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MáXIMA TENSIóN EN EGIPTO

La revolución triunfa, Mubarak dimite

La revuelta popular consigue su primer objetivo: expulsar a Mubarak. Más de un millón de personas celebran la renuncia del presidente egipcio, que deja el poder a un consejo militar. Mubarak y su familia han abandonado El Cairo.

El 25 de enero comenzaron las primeras protestas, ahora Mubarak abandona el poder.
El 25 de enero comenzaron las primeras protestas, ahora Mubarak abandona el poder. Reuters/Steve Crisp
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01:43

Sahar Talaat, corresponsal de RFI, en directo desde El Cairo sobre la renuncia de Mubarak

Auxilio Alcantar

Egipto hierve. La revolución ha triunfado. O al menos ha conseguido su objetivo más inmediato: expulsar a Hosni Mubarak, enrocado en el poder desde hace 30 años.  El presidente egipcio ha dimitido, entregando el poder a un consejo interino del Ejército. El anunció lo ha realizado el vicepresidente Omar Suleimán.

Más de un millón de personas lo celebran en la calle. Durante todo el día han ignorado completamente las peticiones del Ejército para que abandonarán la protesta. Pero tras 18 días de romperse la garganta clamando por el fin de Mubarak, tienen su premio. La plaza de la Liberación de Egipto ha estallado con la emoción de quienes saben que viven un momento histórico.

El día de la oración ha sido el de la confusión y la tensión. También el de la victoria. El presidente Mubarak y su familia han abandonado el Palacio presidencial de El Cairo y se han trasladado a la localidad turística de Sharm el Sheik, en la península del Sinaí, según fuentes oficiales citadas por la agencia France Press.

Atrás queda la tensión de un día histórico. Como un jarro de agua fría cayó entre la oposición el discurso de anoche de Hosni Mubarak negándose a abandonar el poder. Y con la misma pesadumbre han recibido el viernes por la mañana el comunicado del Ejército egipcio, que se alineaba con las vagas promesas de cambio del régimen.

El comunicado de los militares se ha producido poco antes del mediodía. El mensaje emitido por el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, presidido por el ministro de Defensa, Mohamed Husein Tantaui, dejaba al Ejército en la misma posición ambigua, un ejercicio de equilibrio en el camino de alambre que había trazado Hosni Mubarak y el hombre fuerte del Gobierno, el vicepresidente Omar Suleimán.

El Ejército ha pedido el fin de las protestas como condición para que se produzca algún cambio en el país. Los militares se han comprometido a levantar el estado de emergencia, una de las exigencias clave de la oposición, si la gente abandona la protesta en las calles. "El estado de emergencia se levantará tan pronto como terminen las actuales circunstancias", dice el comunicado. También han prometido elecciones "libres y transparentes, según las enmiendas constitucionales decididas”, sin concretar fechas, y han advertido de forma críptica que actuarán "contra todo ataque a la seguridad de la nación y de los ciudadanos".  

El aire cortaba como un cuchillo en esos momentos en la plaza de la Liberación y en todo Egipto. Dos nuevos focos de resistencia ciudadana se han instalado en El Cairo: el palacio presidencial y el edificio que alberga la televisión y la radio estatales. Todos rodeados también por los tanques del Ejército.

Un millón de personas en El Cairo, medio millón en Alejandría. Los manifestantes siguen concentrados en la plaza de la Liberación, el lugar emblema de la revuelta para demostrar que no iban a ceder ni un metro en su lucha contra el régimen, aunque el presidente egipcio se enrocase ayer negándose a abandonar el cargo y el país.

Indignación y nuevas dimisiones

"¡Vete, vete!", "Te vamos a enterrar bajo tierra", clamaba la multitud incansablemente desde el 25 de enero, en un proceso que ha dejado alrededor de 300 muertos, según fuentes ajenas al Gobierno egipcio.

Los brotes de violencia comenzaban a hacerse visibles. Mil manifestantes lanzaron cócteles molotov y bombas incendiarias contra una comisaría del Sinaí cuando intentaron liberar a los detenidos de una comisaría. Se ha producido un muerto.

Por otra parte, el ya ex presidente egipcio seguía perdiendo apoyos dentro de sus filas. En declaraciones a la BBC en árabe, el secretario general del Gobierno egipcio, Badrawi, ha indicado que presentaba su renuncia. Una renuncia más dentro de un régimen en desbandada.

Mubarak se aferró al poder hasta el último momento


Durante todo el día del jueves pareció inminente la dimisión del presidente egipcio, Hosni Mubarak, dándola incluso por hecha el primer ministro del país. Cuando, a la noche, Mubarak compareció ante las cámaras de televisión: “No me iré, seré enterrado aquí”. Era un desafio a los manifestantes, que piden su salida inmediata.

Era el segundo discurso que dirigía a la nación desde que comenzaran las protestas por todo el país y acabó realizando un discurso de tono paternalista en el que anunciaba una inconcreta transferencia de poderes a Omar Suleimán, el vicepresidente.

Mubarak cedió gran parte de sus competencias, sin incluir los de reformar la Constitución o disolver el Parlamento, a  Suleimán, para que prosiguiera con "el debate sobre la posible revisión de algunos artículos de la Constitución" y con el "diálogo constructivo con los opositores". Además,  aseguró que no obedecería "órdenes extranjeras", refiriéndose veladamente a Estados Unidos.

Insuficiente para los manifestantes, que montaron en cólera y se sintieron nuevamente traicionados. El líder opositor El Baradei aseguró en su cuenta de Twitter: "Egipto va a explotar". Lo acaba de hacer, pero de alegría.

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