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LIBIA

Los insurgentes dan síntomas de agotamiento ante el acoso de Kadafi

A medida que el conflicto se alarga en el tiempo, los firmes avances rebeldes del principio dejan paso a un reforzamiento de las posiciones de las tropas fieles al dictador. Kadafi sigue asediando Zauiya, Misrata y Ras Lanuf mientras la comunidad internacional sigue sin decidir si interviene militarmente.

Seguidres de Kadafi celebran los avances del 6 de marzo.
Seguidres de Kadafi celebran los avances del 6 de marzo. Reuters / Chris Helgren
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El temor a que la revolución libia se transforme en una guerra civil larga y costosa en vidas humanas va impregnando en el ambiente del conflicto. El avance eufórico y decidido de los insurgentes del país magrebí va perdiendo fuerza a medida de que los combates se alargan en el tiempo, castigados por las incursiones de las tropas mercenarias leales a Muamar Kadafi, mejor equipadas y adiestradas. De esta forma, la revuelta de los libios se aleja del espejo de las revoluciones democráticas de Túnez y Egipto y se asoma al precipicio largamente inestable del Irak post Sadam.

Las tropas del dictador libio lanzaron el domingo una serie de ataques contra las ciudades controladas por los rebeldes al oeste y el este de Libia. Este lunes, continúan su asedio sobre Zauiya, el bastión estratégico de los insurgentes situado a 50 kilómetros al oeste de Trípoli, la capital. El castigo del dictador hace mella en los rebeldes, que resisten a duras penas en una ciudad clave para asaltar la capital.

La situación en el oeste de Libia, donde los sublevados se asentaron con relativa facilidad, no es tan halagüeña para estos como hace unos días. En Misrata, situada a 200 kilómetros de Trípoli, Kadafi ha bombardeado las calles con artillería, cohetes y fuego de mortero.

Más al oeste, en la ciudad petrolífera de Ras Lanuf, el miedo a un nuevo ataque de las tropas del dictador está más presente que nunca. “Hemos escuchado que nuestras posiciones van a ser bombardeadas, por lo que hemos escondido nuestras armas”, asegura un miliciano rebelde a Reuters desde Ras Lanuf. Los insurgentes utilizan esta ciudad de base para atacar Sirte, la ciudad natal del dictador, un objetivo estratégico y simbólico.

Ninguno de los bandos siente que haya marcha atrás en el conflicto. Los rebeldes no contemplan otra opción que no sea llevar la revolución hasta la victoria, ya que cualquier otra posibilidad los deja a los pies de los caballos de la salvaje represión del régimen. Y Muamar Kadafi y su séquito no ven otra opción que no sea “vivir y morir en Libia’, como dijo el hijo del sátrapa Saif al Islam, y más ahora que la Corte Penal Internacional ha anunciado que serán investigados por crímenes contra la humanidad y la Interpol ha emitido una orden de detención internacional contra Kadafi y su familia. El poder y la supervivencia se ha convertido en una misma cosa para ambos bandos.

La comunidad internacional trata de articular una respuesta

Mientras los rebeldes y los fieles al sátrapa libio se sumergen en ese horizonte de desgaste, la diplomacia internacional sigue sopesando como responder en la práctica a su condena oficial sobre Muamar Kadafi. El secretario general de Naciones Unidas pidió el domingo por la noche que cese el “ataque indiscriminado” contra los ciudadanos libios y volvió a recordar que todo áquel que incumpla la legislación internacional junto a Kadafi tendrá que responder ante la Corte Penal Internacional. Ban Ki-moon ha informado de que ha pedido al ministro de Exteriores de Jordania que acuda como enviado del organismo para “mantener consultas urgentes con las autoridades de Trípoli sobre la crisis humana que vive la región”.

Las potencias internacionales van mostrando sus cartas con el paso de los días. La postura de Estados Unidos pasa por neutralizar la gran arma estratégica de Kadafi sobre los insurgentes, la aviación. Barack Obama trata de convencer a sus aliados internacionales de que lo mejor es crear una zona de exclusión aérea, que impida a los bombarderos del sátrapa realizar sus incursiones.

Una estrategia de pérfil más bajo está teniendo Francia, que opta por reforzar la legitimidad de la oposición libia por la vía diplomática. El Gobierno de Nicolas Sarkozy, dañado por el papel de sus ministros en la crisis de Túnez, ha optado por un sistema tradicional: emitir un comunicado dando la bienvenida a la creación del Consejo Nacional Libio, el organismo que agrupa a la oposición. "Francia saluda la creación del Consejo Nacional Libio y ofrece su apoyo a los principios que lo animan y a los objetivos que se ha fijado", reza el texto. París se felicita también de "la voluntad de unidad que ha presidido la instauración del Consejo Nacional y anima a sus responsables y a los movimientos que lo componen a perseguir sus acciones en ese espíritu".

El Gobierno británico ha optado por esa línea, aunque yendo un paso más allá. Envió a Bengasi a una delegación diplomática de bajo nivel para contactar con la oposición. El problema es que viajaban escoltados por un comando armado de las fuerzas especiales (SAS) y fueron detenidos el viernes momentáneamente. Aunque David Cameron es el líder europeo que se ha pronunciado con mayor firmeza a favor de una intervención militar que frene a Gadafi. España, por su parte, apuesta por una tercera vía, según informa el diario español El País, donde una intervención militar esté coordinada y apoyada por países árabes y africanos.

La condena internacional a Kadafi es casi unánime. Sólo los gobiernos de Hugo Chávez, en Venezuela, y el del nicaragüense Daniel Ortega han roto una lanza en favor del dictador libio. El presidente venezolano se ofreció a mediar en el conflicto, algo que rechazó la dictadura libia, la oposición y la comunidad internacional.

 

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