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Grandes Reportajes de RFI

Paracatú: el alto coste de la fiebre del oro

Primera modificación:

En Paracatú, municipio brasileño del estado de Minas Gerais, se vive al ritmo de la mina de oro explotada por la empresa canadiense Kinross Gold Corporation. Una situación sufrida por la población y que, además de trastornar la organización tradicional de las comunidades de la zona, no está exenta de consecuencias nefastas para el medio ambiente y la salud humana.Desde Paracatú, Brasil, por Heriberto Araújo y Anna Veciana, para Radio Francia Internacional.

La Colina del Oro, depósito de unas fabulosas reservas de oro explotadas por la empresa canadiense Kinross.
La Colina del Oro, depósito de unas fabulosas reservas de oro explotadas por la empresa canadiense Kinross. WikimediaCommons/José Cruz/Agência Brasil
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Cada día, sobre las tres de la tarde, los 90.000 habitantes de Paracatú escuchan y sienten un centenar de explosiones –coordinadas en menos de dos segundos– que son necesarias para que el oro, en forma de polvo, emerja de la mayor mina de Brasil, la de Paracatú. Un yacimiento que se sitúa a menos de 200 metros del área urbana.

El oro ha determinado en este municipio de Minas Gerais la vida desde los tiempos de la colonia, cuando los esclavos africanos eran utilizados por los portugueses para extraer este metal precioso. Fundada en el siglo XVIII sobre la opulencia de su subsuelo, Paracatú alberga unas reservas estimadas en 750.000 toneladas. Con un precio de mercado que ronda los 38.000 dólares por kilo, esas reservas suponen un ingente tesoro.

Tesoro que se encarga de explotar la minera canadiense Kinross Gold Corporation, pero no sin esfuerzos. El oro de Paracatú, pese a su abundancia, está extremadamente disperso. Por cada tonelada de roca que se detona, se desgrana y se pasa por un complejo tratamiento químico, apenas 0.4 gramos de oro son recuperados.

Eso significa que se necesita un intensivo proceso de exploración para hacer la mina económicamente viable. Sus impactos en la naturaleza son innegables, como lo muestra el inmenso cráter de 615 hectáreas que ha dejado la excavación en la roca. Abunda el gris y, en un marco de colinas verdes y bosque, se abre paso un paisaje casi lunar que devora cualquier reducto de naturaleza.

Pero la principal inquietud del geólogo Márcio dos Santos, más allá del impacto visual, son las consecuencias que pueda tener la mina en la salud de las personas. En especial porque el oro está aquí presente en la roca junto a un cancerígeno incoloro e inodoro, el arsénico. Según el científico, “la empresa monitorea el polvo que hay aquí, sin embargo no publica los resultados. Nadie sabe cuánto arsénico se va a la ciudad. Cuando el viento sopla en dirección nordeste, sale de la mina en dirección a la ciudad. Las personas inhalan este polvo y van a inhalar a su vez arsénico en su forma tóxica”.

Desde que la minería industrial comenzara en Paracatú en la década de los noventa, muchos son los que han tenido que abandonar sus casas para dejar espacio a las actividades mineras. Como de costumbre, los más afectados han sido las comunidades modestas, los descendientes de los esclavos que en su día fueron forzados a dejarse la vida para explotar las reservas mineras de Brasil.

En teoría, las áreas donde se encuentran quilombos (asentamientos de afrodescendientes con antepasados esclavos) son protegidos por la Constitución. Sin embargo, los quilombos están bajo presión en Paracatú porque su localización impide la extensión de las actividades mineras. Decenas de familias han sido prácticamente expulsadas para que la mina construyera dos inmensos embalses para depositar los residuos tóxicos de la extracción del oro.

Gilberto Carvalho, líder comunitario y representante del movimiento quilombolo, denuncia la extinción de toda una identidad como consecuencia de la voluntad de lucro: “Para las comunidades quilombolas, la tierra vale más que la vida. Saber que mi bisabuelo y abuelos crearon aquello, constituyeron a sus familias en el lugar en el que hoy sólo hay esa porquería... Se pierde todo. Así lo creo. Vale más que la vida, porque tu identidad está en aquel lugar, y si pierdes esa identidad dejas de ser alguien”.

Si para algunos afrodescendientes la llegada de la minería industrial es sinónimo de éxodo de su tierra, para otros grupos sociales en Paracatú ello ha supuesto la ruina, o la pérdida de una forma de vida que todavía hoy se mantiene en Brasil: la de la explotación manual del oro.

En portugués, se les llama garimpeiros a los buscadores de oro que, desde tiempos de la colonia, van tras el metal precioso en los cursos de los ríos. Un negocio que en Paracatú pasó de generación en generación y conformó la economía local, hasta que fue prohibido tras la llegada de Kinross, la minera canadiense, y sus socios.

Ante esta situación, algunos oponen resistencia. De noche, grupos de personas encapuchadas buscan el remanente de oro que el proceso químico no logró extraer en los embalses del relave. Un acto que no crea perjuicio para la empresa, pero que es ilegal y que, por lo tanto, entraña enormes peligros para estos buscavidas.

Doña Tuta es la viva imagen de esos riesgos. En 1998 sus tres hijos, célebres garimpeiros locales conocidos como los hermanos Canela, fueron sorprendidos cuando iban a recuperar oro de las aguas tóxicas del relave. Las balas de los equipos privados de seguridad de la mina mataron a dos de ellos y dejaron al tercero, Evaldo López de Oliveira, una marca en el brazo y en la mente de por vida. Así cuenta lo que pasó: “Había varios guardias de seguridad y decidimos volver atrás. Estaba oscuro aquel día. Cuando volvíamos los vigilantes nos vieron y dijeron “Son los Canela, vamos a matarlos”. Y empezaron a tirotearnos. Dispararon a mi hermano, luego al otro, a la pierna. Cuando me volteé para ayudarlos me dispararon a mí al brazo. Nos iban a matar a todos, pero no lo consiguieron porque se les acabó las balas. Si hubieran tenido más, me hubieran matado”.

En Paracatú, el helicóptero tarda menos de un minuto en posarse en la Colina del Oro donde Kinross tiene su sede para cargar el metal y llevarse los lingotes en dirección a São Paulo, desde donde es exportado luego al mejor postor. El proceso se hace con sigilo, y con opacidad. La misma opacidad que cuando se evoca la posibilidad de que el arsénico liberado por la minería en el medio ambiente pueda estar provocando enfermedades como el cáncer en la población. La falta de estudios independientes y fiables provoca que nadie sepa a ciencia cierta si la localidad está siendo envenenada por el arsénico.

Una de las que más cuestionan la actividad minera es Rafaela Luiz, una joven abogada que lleva años ayudando a los enfermos de cáncer para que reciban tratamiento médico, puesto que Paracatú no tiene hospital que trate la enfermedad. Su vocación de activista y opositora a la mina le han costado caro. En un palpable clima de tensión en la ciudad, acaba de ser amenazada de muerte. Pocos días después de contraer matrimonio, un hombre invadió su propiedad y realizó dos disparos que, ella dice, fueron de advertencia. Después le dejó un recado: “¿Te ha gustado el regalo de bodas?”. No tiene pruebas, pero sí muchas sospechas de quién pudo ser, y se prepara para dejar la tierra que la vio nacer lo que le provoca un sentimiento de rabia. “Me están alejando de mi lecho maternal, me están retirando de mi vínculo familiar. Mi hija me viene llorando “Mamá, ¿cuándo volveré a la escuela, veré a mis amigos, volveré a mis clases?”. Para mí es muy difícil darle una respuesta ahora. ¿Qué haremos? No entiendo el motivo de mi persecución y tengo momentos de rebelión. Saber que me tengo que ir como si fuese una forajida de la justicia, cuando yo no cometí ninguna infracción”, explica la abogada.

Junto a Rafaela, otros dos activistas han tenido que salir de Paracatú por las amenazas de muerte. Un reflejo del peligro que entraña defender el medio ambiente en Brasil, país del Amazonas pero también del célebre activista asesinado Chico Mendes. Un reciente informe de la ONG Global Witness sitúa al país sudamericano a la cabeza de las naciones donde se asesina al mayor número de activistas. Para el año 2014, las cifras hablan de 29 homicidios, pero la cifra real podría ser mucho mayor.

Obtener una cita con Kinross no es cosa fácil: tras insistir varias semanas, pudimos entrevistar en Paracatú a Gilberto Azevedo, el director general de la mina, rodeado de una decena de asesores y ejecutivos. Azevedo niega cualquier riesgo para la salud o el medio ambiente: “Tenemos certeza de que estamos haciendo lo correcto. Trabajamos con esta empresa y estamos orgullosos de nuestra profesión y del papel que tenemos para la sociedad”.

Asimismo, asegura que la empresa no tiene nada que ver con las amenazas a los activistas: “Kinross es una empresa que dialoga con las comunidades. Nunca me negué a hablar con nadie de la ciudad. Estamos presentes en las comunidades vecinas, en las comunidades quilombolas y en el resto de la ciudad”.

Sin embargo, documentos obtenidos por RFI muestran que Kinross tuvo al menos hasta 2013 una política de seguimiento de activistas, sindicalistas y políticos en Paracatú. Un servicio de inteligencia –como lo llama la propia Kinross– para pulsar cuál era el grado de contestación social en la ciudad en todo momento. Aunque esto no demuestre que Kinross haya amenazado a Rafaela o a los otros dos activistas, sí suscita dudas acerca del poder que una compañía puede llegar a tener en esta pequeña y modesta localidad brasileña.

En especial en momentos en que Brasil –uno de los mayores productores mundiales de mineral, con tres de las cinco mayores minas del mundo en su territorio– debate un nuevo Código de Minería. Un nuevo marco legislativo que, según sus detractores, brinda mayores garantías de lucro a las empresas y menor seguridad jurídica al medio ambiente y las comunidades. Detrás de sus promotores políticos, han emergido sospechas de corrupción y de pago de campañas por parte de las mineras.

Tres siglos han pasado desde que se comenzó a extraer el oro de Paracatú. Muchas cosas han sucedido allí desde entonces, pero lo que no ha cambiado es la codicia que sigue generando el metal. En Brasil y en todo el mundo. Fascinación. Ambición. Ansias de enriquecimiento. Frustración. E injusticia. Todos conceptos que emanan del metal dorado, el mismo metal que día a día se extrae de las entrañas de la Colina del Oro. Para fortuna o desgracia de los habitantes de Paracatú.

Heriberto Araújo y Anna Veciana (para RFI)

Derecho a réplica solicitado por la empresa Kinross

En relación con el artículo publicado en Radio Francia Internacional, elaborada por Heriberto Araujo y Ana Veciana, "Paracatu el alto coste de la fiebre del oro", publicado el 17 de junio de 2015, Kinross gustaría de explicar que varios puntos mencionados contienen graves errores de cálculo, así como distorsiones e informes subjetivos sin ninguna base científica. Es de destacar que estos mismos errores se han cometido por el mismo periodista en otros vehículos y la Kinross ha probado por los hechos que tal información es desacreditada.

Como primer reclamo falso a impugnarse del geólogo Márcio Santos: "nadie sabe cuánto arsénico va a la ciudad." Esto no es verdad porque la Kinross opera cinco estaciones de control ubicadas en puntos estratégicos, que miden de forma continua, en tiempo real, la calidad del aire en Paracatu, especialmente el viento fuera de la mina hacia la ciudad. Este monitoreo está en línea y disponible para el acceso público en el sitio de la Fundación del Estado del Medio Ambiente (FEAM): http://www.feam.br/qualidade-do-ar. En 2014 ninguna queja fue registrada con respecto a polvo.

Este monitoreo fue utilizado en el estudio de CETEM (Centro de Tecnología Mineral), que fue encargado por la ciudad de Paracatu y accesible al público en 2014. Se encontró que los niveles de arsénico en la ciudad eran "bajos" en comparación con ciudades norteamericanas y similares a otras ciudades del estado de São Paulo. Estos resultados fueron corroborados además por expertos del arsénico de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) y de la Universidad de Queensland-Australia que concluyó que los niveles de arsénico en el polvo y en el aire de Paracatu son "insignificantes", que representa menos de 5% de la exposición diaria total de arsénico. La amplia mayoría de consumo de arsénico - 90,7% - se encuentra en la forma de alimentos, como es en nivel mundial.

La aseveración de que hay una "falta de estudios independientes y fiables" es puro sensacionalismo por parte del periodista y va en contra de la evidencia significativa. El estudio de CETEM, por su parte, a este participaron 70 investigadores y cinco instituciones de asociación. El CETEM mismo es el instituto líder de tecnología mineral del país y parte del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación del gobierno federal. El estudio, que involucró a numerosas pruebas epidemiológicas en un periodo de tres años, fue revisado inter pares y supervisado por el Misterio Publico para garantizar su independencia.

Estos dos estudios - y otras investigaciones evaluadas por expertos - han clara y definitivamente concluido que no hay absolutamente ninguna evidencia científica de efectos adversos para la salud relacionados con el arsénico en Paracatu. Que el periodista pudo tan despreocupadamente dejar de lado la evidencia científica abrumadora que no concuerde con su tesis es chocante.
Del mismo modo, el artículo hace un juicio sin salvedades que las familias quilombolas "fueron prácticamente expulsadas", sin ninguna prueba. En efecto, todas y cualquieras propiedades adquiridas por Kinross en Paracatu fueron adquiridas legalmente y se incluyeron negociaciones detalladas con cada familia afectada, de acuerdo con las directrices de la International Financial Corporation para el reasentamiento voluntario.

El objetivo en todos los casos era ofrecer a los residentes mejores condiciones de vida y, de común acuerdo, decidir la ubicación de las nuevas casas. Todos los 14 grupos familiares aceptaron la oferta de reubicación, y para finales de 2011, todos estaban viviendo en sus nuevas casas. La Compañía llevó a cabo visitas de seguimiento a las familias en la primavera de 2012, y se encontró que la mayoría de las familias reportó estar satisfechas con sus nuevas casas y, en muchos casos, ellos vieron proporcionar una mejora significativa en la calidad de la vida sobre sus arreglos de vida anteriores.

Los sesgos, distorsiones y errores descarados continúan en la representación de garimpeiros, la minería informal. Contrariamente a la afirmación de que Kinross obligó a la final de la minería informal, había sido, de hecho, el gobierno brasileño el responsable de eso. El enorme daño causado al medio ambiente debido al uso indiscriminado del mercurio impulsó agencias gubernamentales a intervenir en un esfuerzo de rescate en 1989, llamado “SOS Paracatu”, recuperando cientos de dragas, molinos de agua y bombas de succión de arroyos en la región. Este daño precedió Kinross y no es de ninguna manera relacionada con las operaciones de la compañía.

Desde 2005 la compañía ha realizado importantes inversiones para ayudar a reparar los daños causados por la minería y, en 2011, recibió un premio por su trabajo de recuperación. Cuanto a los hermanos Canela, esto no tiene nada que ver con Kinross, ya que este episodio se ocurrió en 1998, casi diez años antes que Kinross ha adquirido la mina, en 2005.

Kinross confirma que no hostiga o amenaza a las personas o instituciones y mantiene relaciones abiertas y transparentes con todos sus grupos de interés. De acuerdo con las mejores prácticas, monitorea las redes sociales y otras fuentes públicas de información, hace la asignación de los grupos de interés y mantiene consultas públicas a fin de comprender mejor el contexto social, político y económico en que opera.

Kinross toma muy seriamente su responsabilidad como miembro de la comunidad de Paracatu y espera que la RFI, de acuerdo con la práctica periodística responsable, publique en su totalidad los contrapuntos presentados.

Fabricio Soares, Kinross Brasil Mineração

Comentarios añadidos de uno de los autores del reportaje

La eventual contaminación de arsénico en el medioambiente y los eventuales daños en la salud de la población son un tema frecuente de debate en Paracatú. Para la elaboración del reportaje, más de 40 entrevistas fueron realizadas durante dos meses, además de una visita a Paracatú de una semana de duración.

Los estudios mencionados por Kinross suscitan dudas acerca de su neutralidad porque, en el caso del CETEM, este centro fue contratado por la empresa en 2002 y en 2004 (www.cetem.gov.br/publicacao/CTs/CT2004-026-00.pdf). Respecto al universitario neozelandés, el estudio fue íntegramente pagado por Kinross.

Marcio Santos es el único geólogo local y profesor universitario en Paracatú que acepta hablar de Kinross. Es una fuente capacitada para hablar de la cuestión del arsénico porque, entre otros estudios, ha realizado una extensa tesis doctoral sobre el asunto.
Media docena de personas vinculadas con Quilombos de Paracatú y fuera de la localidad fueron entrevistadas.

También fueron visitadas tres áreas pertenecientes a los quilombos, no sin que las fuerzas de seguridad privadas de Kinross –que patrullan armadas carreteras públicas con 4x4- dieran el alto (ilícitamente) a los periodistas de RFI. Nadie de los entrevistados en los Quilomos dijo a RFI que estaba satisfecho con el acuerdo alcanzado con Kinross. Además, evocaron prácticas intimidatorias, amenazas y demás por parte de la compañía.

En el reportaje se dice, textualmente, que las amenazas contra activistas y opositores “no demuestra que Kinross haya amenazado" a estas personas. Pero es necesario mencionar en el reportaje que documentos internos a los que ha tenido acceso RFI demuestran la existencia de un “servicio de inteligencia” (como lo llama la propia compañía) para pulsar el grado de contestación social en la ciudad.

Kinross ha realizado, según estos documentos, seguimientos diurnos y nocturnos a personas que podrían estar opuestas a la empresa, lo que suscita al menos dudas acerca de las prácticas de esta compañía minera privada.

Heriberto Araujo

 

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