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Grandes Reportajes de RFI

Argentina y el tabú de los afrodescendientes

Primera modificación:

Cuando se le pregunta a un argentino de dónde es su familia, suele contestar de España o de Italia. A veces, la respuesta es de Francia o de Alemania. Pocos dicen que sus antepasados llegaron de África. Sin embargo, en Argentina, hay 150.000 afrodescendientes según el censo del 2010, y 2 millones según las asociaciones, cuando la población total del país llega a 41 millones. Desde hace unos años, los afroargentinos están tratando de conseguir que se le reconozcan un lugar en la sociedad.

Asociación Movimiento Afrocultural.
Asociación Movimiento Afrocultural. © Marine de La Moissonnière
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En Argentina, muchos piensan que no hay población negra. De allí que muchos afrodescendientes son discriminados. María Lamadrid, afroargentina, cuenta que “en el 2002, en el aeropuerto de Ezeiza, me tenía que ir a Panamá y cuando ya iba a embarcar me dicen que el pasaporte es falso. Me pusieron en una celda desde las 10 de la mañana hasta las 6 de la tarde. Todo este tiempo, a cada rato venía cualquiera a preguntarme si era peruana, cuánto hacía que andaba sin documento...”.

Según las asociaciones, los afroargentinos son unos 2 millones. Algunos son nietos y bisnietos de caboverdianos que han llegado a fines del siglo 19 y durante el siglo 20, otros son descendientes de esclavos. A principios del siglo 19, el 30% de la población de Buenos Aires era negra, mientras en algunas provincias del noroeste del país, era más de la mitad.

Debido a epidemias y a varios conflictos, como las guerras de independencia, la cifra fue disminuyendo. Los negros se mezclaron con los migrantes blancos que llegaban de Europa, pero nunca desaparecieron del todo, a pesar de lo que contaron los creadores del Estado argentino.

La historiadora Marta Golderg explica que “lo que hay es un intento de hacerlos desaparecer en papeles, es parte del discurso oficial decir que no existen. Por decreto, digamos, no existen. A partir de 1889 sacan la categoría ‘negro’ del censo”. Añade que “el Estado tiene especial interés en su desaparición, porque considera que la población negra es parte de una situación de atraso.(…) Ellos buscaban la civilización, y la civilización era europea”.

Nicolás Parodi, el secretario de la Diáspora Africana de la Argentina (DIAFAR), nos muestra un documento de identidad de una señora negra en el que está escrito que su color de piel es blanco. No quedan muchas cosas concretas del pasado negro de Argentina, salvo unas piezas arqueológicas y algunos edificios construidos por los esclavos.

La Capilla de los Negros es uno de ellos. Se ubica en la ciudad de Chascomús, a 130 kilómetros al sur de Buenos Aires. Ese monumento histórico forma parte de la “Ruta del esclavo” de la UNESCO. La familia de Soledad Luis es su propietaria: “Es un lugar creado en 1862 por la comunidad negra que vivía en Chascomús. Ellos trabajaban en la casa de los hacendados, y como no podían entrar en muchos lugares por su color de piel, solicitaron un terreno para poder edificar un lugar donde encontrarse los domingos, cuando se les permitía salir algunas horas”. 

Hoy en día, el pasado afro del país sigue presente en la cultura argentina de distintas formas, y muchas veces en el lenguaje. “Mucama, mina, tarima… Son una infinidad de palabras que usamos todo el tiempo. Te dicen que es lunfardo, y en el peor, o el mejor de los casos, que son de origen portugués”, cuenta Miriam Gomes, de la Unión Caboverdiana de Argentina. “También en la comida hay una persistencia de la influencia negra: hoy en día se comen las achuras en el asado. (…) Todo el siglo XIX argentino es un siglo generoso en escritores de origen africano, periodistas, compositores de letras de tango. Pero no conviene hablar de negros intelectuales”, prosigue.

Un discurso oficial que va cediendo de a poco: desde hace varios años, los afrodescendientes se van organizando para lograr un lugar en la sociedad. Gracias a varias asociaciones, la cultura africana está reapareciendo con talleres de percusión, danza... Diego Bonga, del Movimiento Afrocultural, explica estar luchando “por difundir nuestra cultura, para que la sociedad tome conciencia de cómo el racismo está instalado en sus hogares, en las escuelas públicas”.

Ahora lo que le falta a esa comunidad, es un líder político. Por ahora, que un negro sea electo en el país parece muy poco probable. En abril pasado, cuando un falso candidato negro, Omar Obaca, se postuló como presidente para las elecciones de octubre, nadie se lo tomó en serio, y no fue porque sus propuestas eran insólitas.

Elida Obelia se presentó en las elecciones de la ciudad de Buenos Aires en julio pasado. Si bien sabía que tenía pocas chances de ser electa, la política es, para ella, un tema muy importante: “Quiero que salga a la luz nuestra historia, que las nuevas generaciones sepan que esa raza negra ha dado la vida por el país y que somos todos iguales, y que la reparación histórica es a través de la educación”.

Gracias a la movilización de los afrodescendientes, las cosas van cambiando en Argentina. El Estado ha aceptado reconocer la existencia de esa comunidad. En el censo del 2010, se intentó saber cuántos son, y desde el 2013, el 8 de noviembre es el “Día nacional de los afroargentinos y de la cultura afro”.
 

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