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El Observatorio Político de América latina y el Caribe, Opalc, de Francia  publicó su informe del año político 2016. Regresión relativa de la democracia, fragilidad de la economía y una presidencia estadounidense hostíl con sus vecinos del Sur, son las nuevas variables en la región.

La bandera de Estados Unidos flota sobre el muro que separa ese país de México. Tijuana, Baja California, enero de 2017.
La bandera de Estados Unidos flota sobre el muro que separa ese país de México. Tijuana, Baja California, enero de 2017. REUTERS/Jorge Duenes
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La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca como 45 presidente de los Estados Unidos ha abierto una nueva etapa en las relaciones entre la primera potencia mundial y sus principales socios o aliados políticos y económicos. En el caso de América Latina el primer sorprendido ha sido el gobierno mexicano, pues no bien había tomado posesión de su cargo que Trump planteó la renegociación de Acuerdo de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México (Alena, TLC o Nafta) en vigor desde hace 27 años.

Sin haberla mencionado una sola vez a lo largo de la campaña electoral que le condujo a la presidencia, América Latina se encuentra ahora obligada a redefinir su relación con Estados Unidos a riesgo de encontrarse sometida a los vaivenes populistas y proteccionistas de un presidente que desconoce la región.

Visto en su conjunto, el crecimiento económico en América Latina se contrajo casi en un punto porcentual en 2016 en tanto que la pobreza retrocedió a niveles de hace 5 años. Fue en ese contexto que 14 países de la región tuvieron cita con las urnas. Bajo ese escenario la nueva presidencia estadounidense encabezada por Donald Trump representa un gran desafío y también una oportunidad para la región, considera Gaspard Estrada, Director Ejecutivo del Observatorio Político de América latina y el Caribe, Opalc, dependiente del Centro de Investigaciones Internacionales (CERI) de Ciencias Políticas de París.

Uno de esos países es México, principal afectado por la visión de la nueva presidencia estadounidense. Una cifra puede ayudar a comprender la magnitud del desafío: México y Estados Unidos intercambian 1 millón de dólares cada minuto, y más de 80 centavos de cada dólar exportado depende de su comercio con Estados Unidos.

Los los mexicanos irán a las urnas para elegir un nuevo presidente en el 2018 y como en el resto de la región es de suponer que para entonces muchas cosas podrían cambiar. Por ahora un desafío mayor es responder a la regresión de la democracia que se observa en la región, estiman los expertos del Opalc. "Hay regresión si comparamos a la América Latina de hace diez años y si examinamos indicadores como las tasas de participación, el carácter competitivo de las elecciones. Lo que está en crísis es más la política electoral, el rechazo a los políticos", apunta Olivier Dabène, profesor de ciencias políticas y director del Opalc.

Uno de los mayores ejemplos de esa situación se produjo en Brasil que en 2016 fue escenario de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff, al mismo tiempo que el gigante latinoamericano se hundía en una crisis económica sin precedentes. Baste señalar que a mediados del año la producción industrial había caído al nivel de 2003. Hay un importante desafío a la democracia brasileña, señales de regresión al nivel de comportamiento de las élites, del uso y el abuso de los representantes que jugaron con la democracia y la Constitución. Hay una corrupción de la democracia y del sistema político económico, apunta por su parte Frédéric Louaut, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Libre de Bruselas y Vicepresidente del Opalc.

Los vínculos entre las variables política y la económica se han estrechado aún más para el conjunto de la región. Los primeros pasos de la presidencia Trump han reanimado el interés de otros países por América Latina. Tal es el caso de la Unión Europea cuyos dirigentes han manifestado voluntad para estrechar sus vínculos político económicos desde el sur del Río Bravo hasta la Patagonia. Hoy en día la Unión Europea tiene acuerdos comerciales con muchos de los países de la región, pero sin duda hace falta mucho más voluntad política para construir una nueva relación..

Menor crecimiento económico, agotamiento de una matríz de exportaciones basada sobre todo en la venta de materias primas, cambios del escenario político en la región y una presidencia estadounidense poco o nada interesada en el desarrollo de sus vecinos del Sur, podrían condenar a la región a una larga fase de estancamiento como algunos analistas préeven. La mejor manera de luchar contra ese riesgo será "que las élites políticas rompan los consensos que existían hasta el día de hoy y permitan recuperar el crecimiento económico", juzga Gaspard Estrada.

2017 podría considerarse como un año de transición. En lo político aunque varios países han sido escenario de manifestaciones de descontento social, las grandes citas electorales sólo tendrán lugar un año después; en lo económico, se espera que algunas de los países de América del Sur retomen el camino del crecimiento. Si esta hipótesis no se cumple la región sin duda encontrará muchos más problemas para enfrentar la presidencia de Donald Trump. La democracia latinoamericana seguiría parada en el filo de la navaja

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