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Irak

Entre escepticismo y esperanza: Trump visto desde las trincheras iraquíes

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca es recibida con una mezcla de cautela y optimismo en Irak. Desde Mosul, donde las fuerzas gubernamentales iraquíes luchan por reconquistar el bastión del grupo Estado Islámico, el informe de Hugo Passarello Luna.

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Cae la noche en Bartella, en las afueras de Mosul. En una pequeña mezquita, en el medio del campo, unos 20 soldados iraquíes dejan de lado sus fusiles y se reposan en una sala alrededor de un brasero a gas, que sirve a la vez como calefacción y para calentar agua.

Un solo tubo fluorescente y una televisión, que nadie mira, son la única fuente de luz. Son apenas las ocho y hasta la medianoche harán lo que hacen todas las noches para matar el tiempo: tomar litros de té sobrecargado de azúcar, como obliga la costumbre, mientras conversan y revisan las pantallas de sus teléfonos.

El sargento Thamer, responsable auto designado de servir el té, reparte las tazas de papel entre sus camaradas. “¡Trump!”, dice Thamer, taza en mano, llamando la atención a un soldado que juega al dominó y no ve que su té lo espera. Los soldados ríen a carcajadas.

Desde que Donald Trump se convirtió en presidente de Estados Unidos, los militares de la séptima división del ejército iraquí descubrieron un parecido entre el mandatario y uno de sus camaradas. Nada más lejos de la verdad, porque no se parecen en nada. Pero poco importa la verdad cuando el Trump ficticio los divierte más que el real.

“A mí no me gusta Trump. No tomó medidas acertadas. La decisión de no permitir a los iraquíes entrar a Estados Unidos nos enojó un poco”, dice el sargento Thamer, 33 años, once de ellos en la fuerza. “Hasta ahora no podemos entender su política. Nos gustaría saber cuáles serán sus planes para los países árabes.”

Hablar del presidente de EEUU es un tema ineludible, sobre todo para quienes combaten todos los días contra el grupo yihadista Estado Islámico. La división a la que pertenece Thamer tiene a cargo el apoyo logístico de las tropas que se preparan para tomar el lado oeste de Mosul, la segunda ciudad de Irak y último reducto yihadista de importancia en el país.

Estados Unidos lidera la coalición internacional que brinda un refuerzo vital en la lucha contra el EI. Desde el aire, los aviones estadounidenses bombardean las posiciones de los yihadistas. Cada misil reduce a escombros edificios, incluso los grandes, supuestamente ocupados por los combatientes del EI. Sin ese apoyo el avance de las fuerzas armadas iraquíes sería aún más lento y aún más fatal para sus integrantes.

“Necesitamos más ayuda para el ejército iraquí que está luchando esta guerra contra el Daesh [ el acrónimo en árabe de ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria, en sus siglas inglesas)]. Estamos perdiendo mucho dinero. Gran parte de nuestra infraestructura, como los puentes, fueron destruidos”, dice Thamer.

El amargo recuerdo de Obama

La opinión del sargento no es compartida por algunos de sus colegas que ven con buenos ojos al nuevo jefe de Estado. “A mí me gusta Trump”, dice el soldado Youssef, el más joven de todos, con 24 años, dos como militar. “Es diferente. Está haciendo algo. No como el otro”.

El “otro” es el predecesor de Trump, Barack Obama.

“Estoy decepcionado con Obama”, interrumpe el sargento Thamer a su subordinado. “Todo lo que está pasando ahora es por culpa de Obama. Fueron sus políticas las que nos trajeron a este punto. Los estadounidenses están muy orgullosos de sus tecnologías, de sus aviones que pueden detectar desde el cielo incluso un huevo.

Entonces ¿Cómo no pudieron ver los convoyes del Estado Islámico que, llevando sus banderas, se dirigían hacia nuestros pueblos? ¿Cómo no pudieron hacer nada? Si Obama hubiera sido más activo habría borrado al EI del mapa en tres meses. Pero no lo hizo”.

“Dios es grande, Dios es grande”, es el canto que emiten unos altoparlantes desde un minarete de una mezquita en el barrio Al Zuhur, en pleno Mosul, a 15 kilómetros de la base militar dónde están los hombres de Thamer.

El imán convoca a los vecinos a participar de la oración del mediodía, pero Abu Omar, de 55 años, ignora el llamado y sigue haciendo sus compras en la zona comercial del barrio.

“Ahhh Trump”, suspira Omar cuando escucha la pregunta sobre el líder estadounidense. “Es normal que cada país quiera protegerse de las amenazas contra él, pero no se debe impedir el ingreso a todos”, dice Omar. La polémica orden ejecutiva de Trump fastidió a los residentes de la parte este de Mosul, reconquistada por el ejército iraquí el pasado 18 de enero luego de más de dos años bajo el control de los yihadistas.

“Esperamos que Trump ayude a Irak para deshacernos del Estado Islámico”, dice Omar que todavía mira con esperanza al nuevo mandatario de EEUU. “Obama es el responsable de lo que pasa acá. Él nos trajo el EI. Para Irak [su gestión] fue un desastre. Esperamos que Trump luche contra el terrorismo.”

En Al Zuhur la tensión es palpable. La policía patrulla constantemente y lo hace en grupos de varios vehículos fuertemente armados y blindados. Las autoridades sospechan que en el Al Zuhur hay todavía simpatizantes de los yihadistas a los que consideran como células durmientes que pueden atacar en cualquier momento. A cinco cuadras de donde Omar hace sus compras, un kamikaze se hizo explotar adentro de un restaurante dónde comían varios oficiales del ejército y policías.

“Trump es nuevo todavía. Hay que darle tiempo”, dice una señora de unos 50 años mientras mira unos vestidos en un comercio. Como muchos vecinos de Al Zuhur no quiere dar su nombre, la desconfianza y miedo a los yihadistas todavía es moneda corriente en el barrio.

“Nosotros, los iraquíes, no formamos todos parte de una organización terrorista. Él [Trump] tiene que saber que somos gente civilizada”, dice Ahmed, 24 años, empleado del local que vende ropa femenina. “Juzgó mal a los iraquíes y a los musulmanes.

Pero es nuevo, todavía no vimos mucho de él. Se suponía que Obama iba a apoyar a Irak. Esperamos que Trump sea mejor que Obama y que nos ayude para librarnos del terrorismo”. La conversación se interrumpe cuando varios policías arrestan a cuatro hombres parados cerca del comercio sospechosos de tener relaciones con el EI.

Aproximadamente 5.200 soldados de Estados Unidos están presentes en Irak. Pero la única señal que los mosulíes tienen de su presencia llega desde el cielo. Es el constante rugido de los aviones caza que rondan a miles de metros de altura desde donde bombardean el lado oeste de la ciudad preparando el ataque que reconquistará Mosul de las manos de los yihadistas.

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