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Estados Unidos

Tras un año en el poder, Trump se adjudica la pujanza de la economía de EE.UU.

El presidente estadounidense cumple su primer año en la Casa Blanca con una economía exultante que se apoya en la reforma fiscal prometida por el mandatario. Donald Trump puede exhibir la creación de 2,1 millones de puestos de trabajo y un desempleo en mínimos históricos, mientras subsiste la incertidumbre sobre el futuro de acuerdos internacionales.

El presidente de EEUU, Donald Trump, visita la empresa H&K Equipment Company en Coraopolis, Pennsylvania, el 18 de enero de 2018.
El presidente de EEUU, Donald Trump, visita la empresa H&K Equipment Company en Coraopolis, Pennsylvania, el 18 de enero de 2018. Fuente: Reuters.
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Uno de los principales caballitos de campaña electoral de Donald Trump fue el “America First” (Estados Unidos primero). La consigna nacionalista supo atraer el voto de una clase trabajadora blanca postergada, seducida por un discurso económico proteccionista que prometía repatriar el dinero y los puestos de trabajo de las empresas que se habían instalado en otros países en busca de ventajas fiscales y mano de obra barata.

Hoy, un año después, los principales indicadores económicos de EE.UU. están en verde. Para el conjunto de 2017, la economía estadounidense creó 2,1 millones de empleos -según cifras oficiales-, y los analistas esperan que en 2018 el desempleo caiga al 3,5%, lo que supone su nivel más bajo 18 años, algo que se traduciría por un crecimiento de los salarios.

Presionar a las empresas que emigraban y premiar a las que se quedaban o volvían a Estados Unidos con una ambiciosa reforma fiscal fue la receta de Trump. La reforma ofrece a las empresas la posibilidad de poder repatriar los beneficios obtenidos en el extranjero a tasas que varían entre 8% y 15,5%.

Algunos dirán que las reformas impulsadas por Barack Obama al llegar a la presidencia en un contexto económico catastrófico pusieron orden y allanaron su camino. En cualquier caso, Trump reivindica la pujanza actual de la economía estadounidense.

Este miércoles, Apple anunció que pagará 38.000 millones de dólares de impuestos en Estados Unidos por sus beneficios obtenidos en el extranjero, debido a la reforma fiscal aprobada a finales del año pasado.

"Un pago de esta envergadura sería el más importante de este tipo hecho jamás", señaló la empresa estadounidense en un comunicado en el que afirma ser el primer contribuyente del país.

Antes de la reforma fiscal, los beneficios obtenidos en el exterior estaban exentos de impuestos en caso de estar "aparcados" en el exterior pero tributaban 35% en caso de ser "repatriados" a Estados Unidos.

Apple, líder mundial en capitalización bursátil, dijo también que contribuirá "directamente en la economía estadounidense" con más de 350.000 millones de dólares en los cinco años próximos, a través de la creación de 20.000 puestos de trabajo e inversiones con sus proveedores y empresas subcontratadas en Estados Unidos.

"¡Gran victoria para los trabajadores estadounidenses y Estados Unidos!", celebró el presidente Donald Trump en Twitter.

Entretanto, Wall Street no oculta su romance con Washington. "Nunca vi un entusiasmo así en Wall Street desde Ronald Reagan", reconoce en el piso de la Bolsa de Nueva York Peter Cardillo, economista jefe de First Standard Financial, que ha recorrido este sitio emblemático del poder financiero bajo nueve presidencias estadounidenses desde 1971.

En 2017, este índice subió un 19,42%, el Dow Jones ganó 25,08% y el Nasdaq 28,24%. Para los tres fue su mayor ascenso desde 2013.

Nubes en el horizonte

El cielo azul de la economía norteamericana también tiene sus nubes, entre ellas el déficit creciente de la balanza comercial de Estados Unidos con China, que aumentó 10% en 2017 hasta los 276.000 millones de dólares, según Pekín.

ha expresado su "decepción" a su homólogo chino, Xi Jinping, por este desequilibrio y aseguró que "no es sostenible".

Otro aspecto que preocupa son las renegociaciones para actualizar los términos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que reúne a Estados Unidos, México y Canadá.

Casi un año después de la llegada de Trump a la Casa Blanca, aún se ignora qué planes tiene Washington para este tratado que permitió a los fabricantes instalar plantas de montaje en territorio mexicano para abastecer a los mercados estadounidense y canadiense.

En un escenario de negociaciones que avanza a un ritmo muy inferior al esperado, Canadá y México no descartan incluso que el gobierno de Trump simplemente abandone el TLCAN. Vigente desde vigente desde 1994, Trump califica a este compromiso como el peor acuerdo jamás firmado por su país.

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