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Grandes Reportajes de RFI

Colombia: crisis humanitaria en la frontera con Venezuela 1/2

Primera modificación:

El barrio La Parada es la difícil puerta de entrada a Colombia de decenas de miles de venezolanos. Aquí se topan enseguida con un concentrado de los problemas económicos, sociales y de seguridad que marcan el cotidiano de la región fronteriza.

Las familias venezolanas descansan en las calles de La Parada en medio de los vendedores y contrabandistas, tras cruzar el Puente Simón Bolívar.
Las familias venezolanas descansan en las calles de La Parada en medio de los vendedores y contrabandistas, tras cruzar el Puente Simón Bolívar. Schneyder Mendoza / AFP
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Un reportaje de Lucile Gimberg, con la realización técnica de Pierre Zanutto y la selección musical de Paula Estañol.

"Crucé por el río... ¡Uff no se lo recomiendo!" Con el torso desnudo, un short y el pelo aún mojado, este hombre que no debe tener 30 años lleva en su hombro un bulto. Las bolsas plásticas negras que lo envuelven no dejan ver lo que lo llevó a cruzar la frontera desde Venezuela hacia Colombia por el río Táchira.

Estamos en La Parada, un barrio del municipio de Villa del Rosario. Aquí desemboca el Puente internacional Simón Bolívar que conecta ambos países. Pero hoy está cerrado por las elecciones presidenciales en Colombia. Única solución entonces para pasar del otro lado: las llamadas trochas, senderos clandestinos por debajo del puente, donde reinan los grupos armados ilegales.

Por menos de un euro, uno puede arriesgar la vida metiéndose allí. "Eso es monte, barro y río, mami", nos dice José Falcón, venezolano de 22 años. Lleva siete meses trabajando como guía clandestino en las trochas. Carlos La Rosa, su compatriota, dos semanas apenas. El peligro de cruzar el río es que te agarre la corriente o la policía", afirma Carlos. "Que sean de Venezuela o de Colombia, te dan palazos, te quitan todo, te indocumentan", denuncia. José Falcón cuenta que en las trochas "se gana poco, pero es seguro". En cambio, conseguir un trabajo formal ha sido difícil.

Nerea Acosta es chef de cocina, tiene 43 años. Desde la capital colombiana trajo, en autobús, dos enormes maletas para su familia que está en Valencia, Venezuela. Hoy cruzará por las trochas con la ayuda de José.

Un paraíso

Cada día, decenas de miles de venezolanos cruzan el Puente Simón Bolívar, huyendo de la crisis política y económica en su país. Muchos vienen a abastecerse en comida y medicamentos, y luego regresan. Algunos - se estima que varios miles cada día - se quedan en Colombia para intentar salir adelante.

"Ahorita nos estamos defendiendo como podemos los venezolanos, porque allá en Venezuela está demasiado horrible. A pesar de que estamos pasando hambre y durmiendo en la calle, aquí es como un paraíso", explica Wilfredo Milano, sentado en la vereda central de la avenida que lleva al puente. A su lado, otros venezolanos con la misma esperanza. "Yo me vine en cola de La Guaira y de escala en escala llegué a Colombia", relata otro migrante. "Ya he podido mandar platica a mi familia y pagar el arriendo, gracias a Dios".

José Ramón tiene 56 años y una hija embarazada de 6 meses. Vino por una semana a Cúcuta, la capital regional, en busca de un futuro mejor pero no le resultó: "Aquí no hay trabajo ni para los cucuteños, menos para los extranjeros".

Según la cancillería colombiana, más de un millón de personas ingresaron a Colombia desde Venezuela en los últimos 16 meses.

El censo inédito que publicó en junio el gobierno, arrojó que Villa del Rosario - que incluye La Parada donde estamos - es uno de los municipios del país donde la presión migratoria es la más fuerte. Aquí, los migrantes venezolanos representan un 23% de los habitantes.

Contrabando y mafias

La calle principal de la Parada es un hervidero de gente. Familias venezolanas, con las caras cansadas, esperando en las veredas, vendedores de todo tipo, decenas de motos, autos y buses... Algunos son legales, muchos otros pertenecen a particulares que se las rebuscan para sacar un ingreso porque en Cúcuta, la capital regional que está a media hora, el trabajo falta. En las mesas y cajas de plástico instaladas en las veredas, hay mucho contrabando también.

"Vendemos cigarros, agua, llamadas para sobrevivir, para los hijos de una", cuenta un joven escondido detrás de sus lentes de sol. "Aquí en La Parada, toda la mercancía que se ve es por contrabando, es decir ilegal", cuenta el periodista local que nos acompaña, Charli Spansky. Estos micro tráficos constituyen la parte visible de un iceberg de actividades ilegales. "Se contrabandean cigarros, hay lugares de ropa, comida, incluso pasaban autos de manera ilegal, pero eso es otro nivel de contrabando. Hay también casas de cambio donde se lava dinero y esto tiene que ver con la mafia", precisa.

La región fronteriza con Venezuela siempre vivió de los intercambios, legales e ilegales, con el país vecino. Pero desde 2015, el presidente Nicolás Maduro cerró la frontera al tráfico vehicular, excepto durante unas pocas horas en la tarde. Los que entran legalmente cruzan entonces el Puente Simón Bolívar caminando. Los otros pagan las coimas necesarias.

"El Norte de Santander, y especialmente Cúcuta, es una zona compleja primero porque Venezuela se ha convertido en un camino para las rutas de la droga, segundo por la porosidad de la frontera y por la facilidad de acceder a derivados de petróleo, en particular para procesos que tienen que ver con los laboratorios de coca, además de una baja presencia estatal y una forma de ver la frontera, tanto del lado venezolano como colombiano, solo como un problema de seguridad nacional", analiza Mario Zambrano, economista y especialista de los temas frontera. "Hay un problema de fondo que es lo social y que se convierte en un caldo de cultivo para que sigan pululando actividades de economía sumergida".

Grupos armados ilegales

A pocos metros del puente Simon Bolívar, en la entrada de un supermercado, un parlante gigante escupe reggaetón a todo volumen. En esta zona, las instituciones parecen ausentes. En el sector del puente, están Colombia Migraciones, algunos policías, un representante de la gobernación que explica porque la frontera está cerrada hoy. Hay puestos de ACNUR y de la Cruz Roja también. Pero, en las calles de La Parada, en este ambiente pesado, la sensación es que el brazo del Estado colombiano no alcanza hasta aquí.

En la región Norte de Santander, la paz firmada con las FARC no ha significado un gran cambio ya que siguen activos todos los otros grupos armados ilegales. "Tenemos grupos de narcotraficantes, guerrillas como el ELN y el EPL, que ahora se llaman los Pelusos y están en lucha de expansión territorial con el ELN, y paramilitares", enumera el economista Mario Zambrano.

La Parada es la difícil puerta de entrada de decenas de miles de venezolanos que huyen hacia Colombia. Aquí se topan enseguida con un concentrado de los problemas económicos, sociales y de seguridad que marcan el cotidiano de la región frontera. Y esto solo es el principio. En el segundo capítulo de este reportaje, les contaremos que cuando llegan a la ciudad capital, Cúcuta, empieza el resto de su odisea: encontrar un techo, buscar un trabajo, tratar de integrarse en una urbe que poco tiene para ofrecerles.

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