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Estados Unidos

El discreto sistema conservador que conquistó la Corte Suprema de EEUU

La confirmación en el Senado de Brett Kavanaugh a la Corte Suprema apuntalaría el giro a la derecha de la máxima instancial judicial del país. Esta configuración es el fruto de tres décadas del minucioso trabajo de la ultraconservadora y poco conocida organización Federalist Society, que habrá conseguido colocar a cinco de los nueve miembros del tribunal.

El logo de la Federalist Society muestra la silueta del ex presidente estadounidense James Madison.
El logo de la Federalist Society muestra la silueta del ex presidente estadounidense James Madison. Fuente: Federalist Society.
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Durante la segunda mitad del siglo 20, la Corte Suprema y las principales instancias de la justicia estadounidense fueron percibidas como el coto vedado de los liberales. El fin de la segregación racial, la Advertencia Miranda (“Tiene derecho a guardar silencio…”), la jurisprudencia Roe vs Wade (la legalización del aborto) fueron una sucesión de fallos de la Corte Suprema que marcaron y transformaron la sociedad estadounidense.

Mientras estos cambios eran saludados por la izquierda norteamericana, los sectores conservadores observaban con impotencia cómo decisiones fundamentales se imponían contra sus propios intereses y valores. ¿Las razones? “Por un lado está la cultura de la profesión legal, que empezando por las facultades de Derecho tendían a ofrecer un sesgo liberal, produciendo más abogados liberales”, apunta Jason Zengerle, de la The New York Times Magazine.

“Lo segundo es que creían que los políticos y presidentes republicanos no pensaban necesariamente en el conservadurismo cuando escogían a jueces de la Corte Suprema, sino que buscaban a gente con experiencia e integridad, pero no se fijaban en su filosofía judicial, por lo que nominaban a jueces que no eran necesariamente conservadores”, agrega.

Esta lógica fue desafiada en la primavera boreal de 1982, coincidiendo con la llegada de Ronald Reagan a la presidencia y una revolución conservadora disgustada con las decisiones de la Corte Suprema en los años anteriores. Fue entonces cuando un grupo de estudiantes de Derecho de la Universidad de Yale, rodeados de compañeros progresistas, crearon un espacio con una meta: contrarrestar el sistema liberal dominante a partir de un contrapeso. Así nació la Federalist Society.

The Federalist Society for Law and Public Policy Studies (tal es su nombre completo) defiende una concepción llamada “originalista”. Privilegia una teoría de interpretación jurídica apegada a lo que la Carta Magna quiso decir en el momento de su aplicación en 1789. Su corolario es el “textualismo”, que antepone como interpretación lo que se dijo directamente en la Constitución en vez de una interpretación de la intención del legislador. De este modo, se le atribuye al texto fundamental un carácter restringido claro, evidente y unívoco del que la justicia no debe apartarse.

“Creen que la Constitución limita estrictamente lo que el Congreso y los jueces pueden hacer. Así que impulsan toda una serie de doctrinas que dicen que el Congreso no puede hacer nada a menos que esté específicamente autorizado por la ley. Durante décadas, jueces pensaron que estaba permitido llenar las brechas que aparecían en las ambigüedades de la Constitución y las leyes. Pero los conservadores de hoy tienen una agenda para quitarle poder al gobierno”, explica Samuel Issacharoff, de la New York School of Law, citado por The New Yorker.

Con este programa, los conservadores se abocaron a crear un ducto capaz de transportar una élite, de los bancos de la universidad a la Corte Suprema. Liderada por su fundador, el abogado Leonard Leo, la Federalist Society cultivó primero un discreto semillero, empezó a acompañar finacieramente a estudiantes conservadores, les ayudó obtener pasantías en Washington e impulsó sus carreras por el sistema judicial estadounidense hasta lo más alto.

“La Federalist Society se ha concentrado singularmente durante años en edificar un equipo judicial de nominados suscriptos a una filosofía hostil al progreso económico y social en el país. Detrás de escena, durante las administraciones republicanas, se abocan a identificar y reclutar jueces candidatos que son ultraconservadores, que se oponen a nuestros derechos y libertades de la mujer, en temas como el medio ambiente, protección de los consumidores o protección para los trabajadores”, deplora en el New Yorker Nan Aron, quien desde el otro lado del espectro ideológico preside Alliance for Justice, una organización que impulsa una agenda de izquierda.

Del aula a la Corte Suprema

Si en 1982 la Federalist Society era un pequeño cuarto aislado en la universidad de Yale, hoy está presente en unas 200 facultades de Derecho y reivindica 10.000 miembros que siguen la carrera de abogacía. Su presencia puede verificarse en los distintos tribunales estadounidenses en todo el país. La Corte Suprema no es una excepción, entre ellos se puede citar al recientemente fallecido Antonin Scalia, John G. Roberts, Clarence Thomas, Samuel Alito y Neil Gorsuch. Este último fue nombrado por Donald Trump, quien directamente tercerizó la nominación de los jueces a la Federalist Society. Brett Kavanaugh, quien enfrentaba esta semana una audiencia para la Corte Suprema, es también miembro de la Federalist Society.

“En 36 años, se ha convertido en la organización legal más influyente en la historia del país- no sólo formando a los estudiantes, sino cambiando la sociedad estadounidense de manera deliberada, girando claramente el sistema judicial hacia la derecha”, apunta la publicación Politico.

“Hoy, cuatro de los mayores responsables de la justicia del país tienen vínculos con la Federal Society, y la confirmación de Brett Kavanaugh –literalmente seleccionado para el presidente Donald Trump por el vicepresidente ejecutivo de la organización [Leonard Leo] hace que la cifra pase a cinco”, subraya esta referencia de la política en Washington.

La Federalist Society ha probado además que es capaz de contradecir los designios de los mandatarios republicanos que se aparten de su línea. El presidente George W. Bush lo vivió en carne propia en 2005 cuando vio naufragar la candidatura de Harriet Miers, quien no contaba con el visto bueno de la organización.

Para el Partido Republicano, tener las riendas de la Corte Suprema se ha convertido en una cuestión de supervivencia política. Con el cambio demográfico que convertirá a la mayoría blanca del país en la primera minoría, la formación conservadora ve comprometida su capacidad de conseguir el poder en las urnas, por lo que preservar la Corte Suprema con mandatarios vitalicios, en lo posible jóvenes, se ha convertido en un seguro de vida para sus valores.

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