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Argentina está en el ojo de la tormenta. Su moneda, el peso, ha perdido más del 50% de su valor en lo que va del año. La inflación sigue muy alta y el país entra este año en recesión. La crisis económica y financiera que se desató recuerda a muchos la que sufrieron en 2001. Y los argentinos se preparan a vivir unos meses, o incluso unos años, muy difíciles.Un reportaje de nuestra corresponsal en Buenos Aires, Aude Villiers-Moriamé.

En Argentina, el problema de la inflación crónica fue agravado por la brutal devaluación del peso.
En Argentina, el problema de la inflación crónica fue agravado por la brutal devaluación del peso. REUTERS/Marcos Brindicci
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En la fría mañana del invierno austral, los peatones caminan rápido para llegar a tiempo a sus oficinas. Mientras tanto, Marcelo está abriendo la puerta de su comercio. Este argentino de unos 50 años es dueño de un pequeño almacén en el centro de Buenos Aires y ya vivió varias crisis en Argentina. Se dice preparado para enfrentar una nueva.

“Cuando uno tiene un dinero, lo primero que tiene que hacer es comprar la mercadería que más va a durar, entonces me aseguro por lo menos un precio. Creo que lo que también sucede es que los nuevos empresarios no tienen la experiencia de lo que fueron las crisis anteriores”, estima Marcelo.

En su almacén, Marcelo escribe todos los precios a mano, con un gran marcador negro. Cambian tan rápido que ahora pega cada etiqueta encima de la previa. La semana pasada, sus postres valían 55 pesos, o sea, 1,50 euro. Ahora, están a 65 pesos.

Entre inflación y devaluación, el panorama económico preocupa

Es en gran parte culpa de la inflación crónica a la que los argentinos ya están acostumbrados. Pero este problema fue agravado por otro: la brutal devaluación del peso argentino. Desde el mes de abril, Argentina está enfrentando una crisis cambiaria muy severa, tanto que en junio, el gobierno llegó a pedir un préstamo de 50.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional.

Un monto que debía ser desembolsado progresivamente en tres años. Sin embargo, la semana pasada, con el objetivo de tranquilizar a los mercados que ya empezaban a tener dudas sobre un riesgo de cesación de pagos por parte de Argentina, el presidente Mauricio Macri pidió un adelanto del dinero prestado. Lo anunció en un discurso grabado, muy corto e impreciso. Un grave error de comunicación que desató un movimiento de pánico y precipitó una crisis aún mayor.

En dos días, el peso llegó a perder un 20 % de su valor frente al dólar. La devaluación de la moneda sólo fue controlada a través de medidas de emergencia tales como el alza de la tasa de interés del Banco Central a un 60 %, un récord mundial.

Para el economista Guido Lorenzo, esta corrida cambiaria proviene en gran medida de la falta de confianza de los mercados financieros hacia el país: “Argentina tiene que enfrentar vencimientos, y es una economía que durante estos dos años tuvo un elevado endeudamiento, con poca reducción del déficit fiscal”.

El panorama actual preocupa a muchos, especialmente porque les recuerda a otro momento difícil: la crisis del 2001, año en que Argentina entró en cesación de pagos y su economía se derrumbó. En aquella época, millones de argentinos perdieron sus ahorros y hasta la mitad de la población cayó en la pobreza.

El fantasma de la crisis del 2001

17 años más tarde, muchos argentinos, como Lautaro, un joven abogado, temen que este escenario se reproduzca: “En 2001 era un niño todavía, y si bien lo sufrí bastante, porque en esa época mis viejos perdieron su laburo y perdieron mucha plata en ahorros, ahora entiendo porque soy adulto y tengo mis propios ingresos”. En cinco meses, ya perdió un 35% de su sueldo.

Sin embargo, las dos crisis, la actual y la del 2001, tienen poco que ver la una con la otra, como lo explica Juan Luis Bour, economista de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL): “En el 2001, uno venía de diez años de relación uno a uno con el dólar, y eso hacía que muchas empresas estaban con ventas en pesos y deudas en dólares. Esa situación generaba un desacople en la hoja de balance de la mayor parte de las empresas y en los bancos. En el sistema financiero uno tenía depósitos que debía devolver en dólares y créditos que las empresas no podían pagar, entonces había una situación de insolvencia de los bancos. Esa no es la situación actual: hoy en día los bancos tienen depósitos en pesos y deudas en pesos, no hay estos desequilibrios en las hojas de balance”.

La situación, si bien es distinta a la del 2001, no es tranquilizadora. Desde principio de año, el peso perdió más de la mitad de su valor frente al dólar. Hoy, ni siquiera los propios argentinos confían en su moneda. Cuando el banco ya no tiene más dólares o bien la fila en la casa de cambio es muy larga, se precipitan a la calle Florida, en el microcentro de Buenos Aires. Allí, se encuentran con los “arbolitos”, el apodo que se da a las personas que cambian divisas en el mercado negro.

Diego, que es arbolito desde hace siete años, cuenta que es la primera vez que ve a tantos argentinos queriendo dólares: “Hoy se trabaja mucho más con el argentino que con el extranjero. Más que nada ahora quieren comprar dólares, como no se sabe lo que va a pasar, toman la precaución de guardar dólares”.

Unas nuevas medidas poco populares

Se estima que la inflación superará el 40 % este año. Y después de haber crecido bastante en los últimos años, Argentina terminará el año en recesión. El lunes, el presidente Mauricio Macri grabó otro mensaje televisivo para intentar tranquilizar a los argentinos y a los mercados financieros. Anunció nuevas medidas económicas para reducir el gasto público y llegar al equilibrio fiscal en 2019. Se cuidó de usar la expresión “déficit cero”, que tanto recuerda a la crisis del 2001, la última vez que el FMI le prestó dinero a Argentina a cambio de un gran ajuste fiscal.

Una de las medidas anunciadas fue la reducción por la mitad de sus 22 ministerios. Algunos se fusionarán entre sí, otros se transformarán en secretarías de Estado. Tal es el caso del Ministerio de Ciencia, que pronto formará parte de una gran entidad que reúne Educación, Ciencia y Cultura. Un escándalo para los investigadores científicos, que marcharon el lunes a la noche para denunciar este plan.

Pedro Cataldi, investigador en astrofísica, considera que “la política del gobierno hacia las ciencias, hacia la educación, es que hoy en día, paguemos los platos rotos. No queremos ni que la ciencia ni que la educación, que están muy conectadas, sean una variable de ajuste del gobierno y del FMI”.

Ante esta nueva crisis que recién empieza y el brutal ajuste por venir, muchos argentinos, especialmente los más jóvenes, consideran irse del país. Juliana, estudiante de biología, explica que aunque no se quieren ir del país para poder hacer lo que les gusta e investigar, “siempre está en la mente la posibilidad porque obviamente si el sistema te expulsa, no te queda otra.”

La conflictividad social que aumenta en el país es también un aspecto fundamental dentro de esa compleja ecuación que el gobierno de Mauricio Macri debe resolver para salir de la crisis. Eso, si quiere conseguir la reelección el año que viene.

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