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A pocos días de las elecciones presidenciales que marcarán su rumbo político y económico para los próximos 4 años, Brasil se encuentra aún convaleciente de la peor crisis económica de su reciente democracia. Una radiografía del gigante regional previa a la primer vuelta en la que el favorito es el ultraconservador Jair Bolsonaro seguido del petista Fernando Haddad.

Jair Bolsonaro y Fernando Haddad, dos de los candidatos con más posibilidades de pasar a segunda vuelta, con propuestas económicas opuestas.
Jair Bolsonaro y Fernando Haddad, dos de los candidatos con más posibilidades de pasar a segunda vuelta, con propuestas económicas opuestas. REUTERS/Nacho Doce/Paulo Whitaker
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El trípode económico establecido por el presidente Fernando Henrique Cardoso en 1999 se ha tambaleado en los últimos años. Ni rigor fiscal, ni control de la inflación, y un cambio fluctuante que también ha disparado las alarmas por la excesiva devaluación del real brasileño. En definitiva, la crisis económica de Brasil es mayúscula. El Producto Interior Bruto cayó del 7,5 % en 2010 a un crecimiento negativo del 3,5 % durante dos años consecutivos: 2015 y 2016. En 2017 Brasil volvió a crecer un pírrico 1% y para este año las previsiones del Banco Central tampoco son muy alentadoras: lo elevan a un 1,5 %. Zeina Latif, economista jefe de XP Investimentos intenta sin embargo mostrar cierto optimismo: “Tras la corrección tan fuerte que hubo en las previsiones de crecimiento para este año, que están ahora en torno al 1,5 %, creemos que no hay razones para nuevas correcciones a la baja de las previsiones de crecimiento. Tenemos una economía débil, pero que viene recuperándose después del susto que fue la huelga de los camioneros.”

Las razones de este declive son múltiples. Los analistas más liberales lo achacan a los sucesivos Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) que en su empeño por redistribuir la renta en un país enormemente desigual destinó ingentes cantidades de dinero a políticas sociales para elevar a los más pobres a nuevos niveles de consumo. El programa Bolsa Familia fue un ejemplo de ello. Otros menos ortodoxos insisten en que hubo factores externos, como la crisis mundial de 2008 y la caída de la demanda de materias primas, que impactaron duramente en la economía brasileña.

No obstante, según un informe del banco Mundial publicado en 2015, 25 millones de brasileños salieron de la pobreza extrema o moderada y el 65 % de la población mejoró su nivel de renta entre 1990 y 2009, es decir, un periodo que comenzó mucho antes de la llegada de Lula da Silva al poder y que se prolongó durante sus dos mandatos. Lo decía recientemente Geraldo Alckmin, candidato a la presidencia por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB): “Éramos un país pobre, de renta baja, mortalidad infantil altísima, expectativa de vida de 43 años y mejoramos mucho. Pasamos a ser un país de renta media, la expectativa de vida aumentó, una inflación que del 3 mil % bajó a 3 %, pero nos quedamos en la trampa de la renta media porque Brasil es un país caro, extremamente caro. Un automóvil cuesta aquí el doble que en EEUU, lo mismo con la factura del teléfono celular o los tipos de cambio bancario.

Para ser competitivos, reducir el costo Brasil e ir a por lo que interesa, el empleo y renta es necesario hacer reformas. Y quien diga que esta situación va a cambiar sin reformas, no le está diciendo la verdad a la población.”

La profundización de la crisis llevó al país a casi duplicar su tasa de desempleo entre 2012 y 2017. La cifra de paro pasó a tener dos dígitos a partir de 2016 y registró picos de más del 13 % en 2017. La destrucción de puestos de trabajo fue masiva en los principales sectores productivos, con especial énfasis en el de la construcción y en el del petróleo. Hoy el paro sigue elevado, en el 12,4 %, según cifras del instituto brasileño de geografía y estadística. Y los testimonios en las filas de las agencias de empleo suelen repetirse.

Los analistas brasileños alertan además de una escalada alarmante de la informalidad laboral en un país de más de 200 millones de habitantes con herramientas de fiscalización a menudo limitadas. “Hay un número elevado de personas trabajando irregularmente, dice Zimar Azeredo, del Instituto Brasileiro de Geografía y Estadística. Han aumentado los trabajadores sin contratos, continúa, los trabajadores autónomos y micro emprendedores, de empleados domésticos con salarios por debajo del salario mínimo. Existe un instinto de supervivencia de las personas que están fuera del mercado laboral que buscan en la informalidad una forma de superar la crisis que Brasil atraviesa desde 2014.”

La receta de la recuperación de la economía que adelantan los diferentes candidatos a la presidencia brasileña pasa por la creación de empleo. Hasta aquí todos están de acuerdo. Pero cuando se profundiza en el debate aparecen las discrepancias. Por ejemplo, el Partido de los Trabajadores (PT), liderado desde la cárcel por el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva también pone el acento en la redistribución de la renta y en el estímulo del crédito. El asesor económico de la campaña del PT Guilherme Mello anticipa que si Fernando Haddad gana la presidencia “será primordial un programa de emergencia de recuperación del empleo, aunque no basta con eso. También hay que recuperar el crédito. La reforma del sistema de crédito y bancario es central porque si la gente accede al crédito, aparte de tener empleo y renta, consume, la rueda de la economía vuelve a girar y los empresarios vuelven a invertir.

En las antípodas del PT de Lula está el polémico ultraconservador Jair Bolsonaro, militar y candidato a la presidencia por el Partido Social Liberal (PSL). Bolsonaro adelanta un Gobierno económicamente ultra liberal en caso de que gane las elecciones. Su receta, según sus propias palabras, sería “reducción del tamaño del Estado, privatizaciones, abrir el comercio con todo el mundo dejando de lado el factor ideológico, facilitarle las cosas a quien quiera abrir una empresa, disminuir las cargas laborales y hacer que empleados y empresarios sean amigos, no enemigos.”

Y es que Bolsonaro lleva al extremo la teoría repetida como un mantra por los mercados: Brasil necesita reformas urgentes en varios sectores para recuperar su pulso económico de forma sostenible. Para el analista de mercados, Alvaro Bandeira “Brasil necesita hacer muchas reformas y un candidato reformista es el ideal para el mercado. Para éste no existen los nombres sino los proyectos de reforma de la estructura tributaria, del sistema de pensiones y la reforma política. Quien más se aproxima de una estructura reformista es Alckmin. Si no pasa a la segunda vuelta aparecerá lo que llamamos el voto útil. Votaremos a otro candidato que no sea tan reformista como Alckmin pero que pretenda hacer reformas en todas esas áreas.” Bandeira advierte sin embargo sobre el riesgo de caer en el populismo: “Bolsonaro puede ser del agrado de los mercados en el caso de que se enfrente a un candidato del PT en la segunda vuelta. Pretende hacer algunas reformas. Su asesor económico es una persona que conoce perfectamente el marcado brasileño y su sistema financiero pero antes es necesario que explique cuáles son sus proyectos y cómo van a llevarse a cabo las reformas.”

Ante tamaña incertidumbre política, el real brasileño no ha parado de devaluarse en los últimos meses hasta traspasar los 4 reales por dólar, la menor cotización desde el primer trimestre de 2016. Sin embargo, algunos economistas insisten en que no hay grandes riesgos de futuros repuntes inflacionarios.

Aún convaleciente de su gran crisis y sacudida por los casos de corrupción, la economía brasileña se encuentra ahora ante una nueva encrucijada. De lo que pase en las próximas elecciones dependerá la recuperación, el estancamiento o un nuevo declive del gigante sudamericano.

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