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Enfoque Internacional

Fukushima, una tierra sin retorno

Primera modificación:

Este viernes, los japoneses rinden homenaje a las víctimas del terremoto y el tsunami ocurridos hace cinco años, una catástrofe que causó un accidente nuclear cuyos efectos siguen siendo visibles. 

El Sr. y la Sra. Watanabe, que fueron evacuados de Okama, ciudad cercana a la central de Fukushima, muestran una foto de su casa.
El Sr. y la Sra. Watanabe, que fueron evacuados de Okama, ciudad cercana a la central de Fukushima, muestran una foto de su casa. RFI/ Frédéric Ojardias
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"Se escuchó un ruido tremendo. Y luego miramos y vimos que era un tsunami muy grande", cuenta la señora Inarida, que lleva cinco años evacuada fuera de su casa en Fukushima.

"Hacía dos días habíamos sentido otro terremoto y por eso para prevenir habíamos preparado las cosas esenciales y gracias a que mi hijo nos lo había preparado pudimos salir y llevar todo. Teníamos dinero preparado y luego salimos pensando que podríamos regresar en unos cinco días", prosigue.

Pero los cinco días se convirtieron en cinco años y hoy se estima que más de 160 mil personas se encuentran en una situación similar. Evacuadas sin esperanza de volver.

El terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter y el consiguiente tsunami dañaron la infraestructura de la vieja central de Fukushima. Como consecuencia una nube nuclear empezó a viajar por el cielo sin una dirección clara. Decenas de pueblos como Minamisoma, donde vivía la señora Inarida, fueron evacuados.

La zona de Fukushima era una región agrícola famosa por sus frutas, su arroz, su pesca y el turismo. Las centrales nucleares en su costa daban energía a Tokio situada a 260 kilómetros. Los gobiernos locales recibieron subvenciones para permitir construir las centrales y los habitantes de Fukushima vivían convencidos de la alta seguridad de este tipo de energía considerada una de las más favorables al medio ambiente.

Algunas personas como el hispanista Takashi Sasaki, quien se negó a marcharse de su casa en Minamisoma argumentando su edad y la enfermedad de su esposa con demencia senil, han reflexionado sobre el accidente y sus conclusiones van más allá de la simple queja.

"Yo pude darme cuenta de muchas cosas. Por ejemplo, aunque me avergüenza decirlo, que no sabía nada sobre las centrales nucleares y sobre la radiación. Por supuesto desde antes me oponía a las centrales nucleares. La razón no es religiosa ni nada por el estilo. Es algo muy simple: porque está contra la naturaleza. Aparte es algo que los seres humanos no pueden controlar y aun sabiendo eso la estamos utilizando", explica.

El gobierno sin embargo piensa lo contrario. El primer ministro Shinzo Abe aseguró en la víspera del quinto aniversario que Japón no puede vivir sin la energía nuclear.

La postura oficial parece confirmar las razones de la pérdida de confianza en el gobierno, que pensadores como el profesor Sasaki declaran sin tapujos: "Las centrales nucleares son un proyecto iniciado con el presupuesto nacional. En definitiva se ha visto muy claro con el accidente la relación entre el país y los que vivimos en él, los ciudadanos. Para decirlo en una forma simple nosotros creemos en el país. El país vela por nosotros por nuestras vidas, nos protege. Pero con el accidente nos hemos dado cuenta de que eso es algo muy frágil".

El accidente provocó el cierre para inspecciones de las más de cincuenta centrales nucleares de Japón. Pero este 11 de marzo mientras víctimas y familias de los fallecidos en la triple tragedia guardaban un minuto de silencio para recordar la fatídica fecha, los trenes, las escaleras eléctricas y los neones seguían resplandeciendo en una confirmación de que el coste de vivir sin centrales nucleares puede ser asumible para la tercera economía del mundo.

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