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Carrusel de las Artes

FIAC: una vitrina para debatir con el arte contemporáneo

Primera modificación:

Ante un cuadro clásico colgado en la pared de un museo nos comportamos con algunas certezas: sabemos que está ahí para ser contemplado y que debemos mantener un elemental comportamiento. Pero el arte contemporáneo tiene integrada a su naturaleza la capacidad de desbaratar esas seguridades.

El Grand Palais de París, sede de la FIAC
El Grand Palais de París, sede de la FIAC Marc Domage/FIAC
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En el piso hay una obra del célebre artista estadounidense Carl Andre compuesta por 36 piezas cuadradas de cobre, que a manera de baldosas conforman una suerte de mosaico. En el espacio que ocupa la galería alemana Konrad Fischer dentro del Grand Palais, el principal recinto de la FIAC, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, en París, la mayoría de la gente evita pisar la obra de Andre, y cuando alguien lo hace, quienes no se había atrevido reaccionan con clara sorpresa.

El arte contemporáneo tiene el potencial de desbaratar nuestras certezas. Nociones como respeto, transgresión, distancia o contacto se ponen en cuestión ante la diversidad de lenguajes y significados que se desprenden de este arte polimorfo.

Una visitante, que pasó por un lado sin pisar la obra, sostuvo que fue precisamente una idea de respeto lo que le impidió pisarla, pero añadió que ese tipo de reacción que le puede generar el arte contemporáneo no le impide relacionarse con las piezas sino que, al contrario, le invita a entenderlas.

En realidad esa pieza, como muchas de las creadas por el artista estadounidense, fue creada precisamente para ser pisada, pero las reacciones del público han sido similares a lo largo de los años. Cuando Andre presentó su primera exposición en Alemania, en 1967, una pieza similar yacía sobre el piso de la galería Konrad Fischer, mientras que en las paredes no había nada colgado. El público asistente estaba confundido, sin darse cuenta de que estaba parado sobre la obra.

Una feria como la FIAC es un espacio de exhibición y venta en el que se reúnen las galerías más renombradas del mundo, galerías que representan a figuras prometedoras, a los artistas consagrados más cotizados del momento, y que en muchos casos poseen también obras de algunos de los más grandes artistas de otras épocas. Pero una feria de este tipo, así como un museo, es ante todo una vitrina que le permite al público explorar los códigos que le acercan o le limitan en su diálogo con el arte.

Mientras la mayoría de gente evitaba pisar la pieza de Carl Andre aunque haya sido concebida para ser pisada, en la galería Mariane Goodman una niña de cuatro años se acercó a tocar, sin dudar un instante, la obra "Interlude" del artista inglés Cerith Wyn Evans, compuesta por tres inmensos bloques de amatista, obra que seguramente costaba una fortuna y que no estaba hecha para ser tocada.

 

 

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