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Carrusel de las Artes

Sala Labrouste, una catedral para la lectura y conocimiento

Primera modificación:

Esta biblioteca excepcional construida en el siglo XIX en el corazón de París acaba de ser reinaugurada luego de una larga campaña de renovación. En ella puede consultarse la colección de libros y revistas sobre historia del arte y del patrimonio más importante del mundo.

Vista general de la Sala Labrouste.
Vista general de la Sala Labrouste. Olivier Ouadah
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La expresión más común entre los visitantes de este lugar es el asombro. Ante los ojos del público, un edificio único, de arquitectura majestuosa, sublime hasta en sus más mínimos detalles. Es la Sala Labrouste de la emblemática Biblioteca Richelieu, una sala de lectura y biblioteca del Instituto Nacional de Historia del Arte.

Esta obra maestra de ingenio y audacia fue concebida por Henri Labrouste a partir de 1859 e inaugurada en 1868, durante el Segundo Imperio francés, por lo que recibió el título de Biblioteca Imperial.

La sala de lectura imaginada por Labrouste se asemeja a una gran catedral repleta de libros y luz. El ingenioso arquitecto diseñó para ello una inmensa sala cuadrada con cómodos pupitres de madera, bajo un techo conformado por nueve cúpulas de vidrio y esmalte que se elevan a más de 20 metros de altura, que reposan sobre delgados pilares de metal. En los laterales, estantes hoy repletos de libros y documentos sobre la historia del arte y del patrimonio, encima de los cuales Labrouste instaló gigantescos frescos naturalistas.

Vea nuestro diaporama sobre la Sala Labrouste:

Esta sala se mantuvo cerrada casi 20 años tras la construcción de la moderna Biblioteca François Mitterrand, pero acaba de abrir al público tras una renovación completa.

"La Sala Labrouste es una obra maestra de la arquitectura. Más que un trabajo de restauración, lo que se hizo fue limpiar el edificio para despojarlo del hollín que se había acumulado. Es un lugar excepcional principalmente porque Henri Labrouste lo concibió como un espacio de luz, en el que los lectores podían venir en cualquier época del año, sin necesidad de luz artificial. No se podía usar gas para iluminar ante el riesgo de un incendio, y en la época no se había inventado la electricidad", explicó Eric de Chassey.

El director del Instituto Nacional de Historia del Arte de Francia agregó: "Así que Labrouste pensó en nueve cúpulas que dejaran entrar la luz natural y que luego la rebotan al interior de la sala a través de ornamentos dorados y de aluminio, o a través de las placas de loza esmaltada. Todo esto en una estructura monumental, casi gigantesca que paradójicamente no es agobiante, ¡al contrario! Uno puede venir, pasar horas leyendo, y al mismo tiempo sentirse transportado por la atmósfera de la biblioteca".

A la belleza del lugar se suman sus fondos únicos: 1,7 millones de documentos en acceso libre en sus estantes y en el almacén central, lo que la convierte en la colección de libros y revistas sobre historia del arte y arqueología más importante del mundo.

El embrión de esta biblioteca fue la colección constituida por Jacques Doucet, un gran coleccionista y mecenas a finales del siglo XIX. Doucet pensaba que para entender el arte era necesario documentarlo. Así que tuvo la idea de reunir no sólo libros que hablaran de las obras, sino también todo documento útil a su comprensión.

"Doucet coleccionó archivos de artistas, de críticos de arte, libros patrimoniales y preciosos, que no se consiguen en ningún otro lado. Desde que abrimos, hemos tenido una gran afluencia todos los días. Estamos bastante sorprendidos porque tenemos capacidad para 400 lectores y la biblioteca está llena casi siempre. Lo que significa que hoy en día hay mucha gente estudiando e investigando sobre la historia del arte y del patrimonio, y que necesita una biblioteca como ésta", agregó Eric de Chassey.

La campaña de renovación de la Biblioteca Richelieu terminará en 2020 con la apertura de otro espacio de lectura, la famosa Sala Ovalada.
 

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