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Visita de Hu Jintao a Francia

Cuando el ‘Gran Dragón’ hace negocios no conviene molestarlo

China llega a Francia para comprar y en ese terreno no se inmiscuyen los Derechos Humanos. Adquirirá 100 aviones Airbus y 20.000 toneladas de material nuclear. Sarkozy quiere su apoyo para la presidencia del G-20. En 2008 se reunió con el Dalai Lama y enfadó a China: ahora toca ser prudente.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy y su homólogo chino, Hu Jintao, brindan en una reunión de 2007.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy y su homólogo chino, Hu Jintao, brindan en una reunión de 2007. (Photo : Reuters)
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05:42

Audio del Tema del Día sobre la visita de Hu Jintao a París.

Alexandra Pineda

El presidente chino, Hu Jintao, inicia este jueves una visita de Estado a Francia de tres días de duración en la que tratará de apuntalar junto con su homólogo francés, Nicolas Sarkozy, las relaciones económicas entre los dos países. Sarkozy pretende conseguir el apoyo de China cuando asuma la próxima presidencia del G-20. En el pasado hubo importantes desencuentros entre ambos países debido a los Derechos Humanos. Esta vez el Gran Dragón viene de compras y no conviene molestarlo. 

Cómo todo tiene un orden, la primera intención de ambos mandatarios es fortalecer los intercambios comerciales entre ambos países, y más cuando el tema del yuan parece condenado al inmovilismo cambiario de China.

Así, Jintao y Sarkozy firmarán, entre otros, jugosos contratos como la compra de China de 100 aviones Airbus –con un valor de más de 8.000 millones de dólares- y material nuclear. Según el diario económico francés Les Échos, la compañía francesa Areva  quiere vender dos reactores de nueva generación EPR y suministrar 20.000 toneladas de uranio a lo largo de 10 años al grupo energético chino CGNPC por valor de 3.000 millones de dólares (2.130 millones de euros).

El sector aeronáutico es una de las prioridades de las relaciones chinofrancesas. En el viaje de ida de este encuentro comercial, cuando Sarkozy visitó China en 2007, el presidente francés se trajo en su maletín un pedido chino de 17.000 millones de dólares en forma de 160 Airbus.

China necesitará 4.330 nuevos aviones civiles de aquí a 2029, un botín evaluado en 480.000 millones de dólares, según especificó el martes el vicepresidente del fabricante aeronáutico estadounidense Boeing, Randy Tinseth. En ese filón, las gestiones francesas funcionan: hasta hace tres años Boeing tenía un 66% del mercado chino pero ahora Airbus -cuya principal fuerza de trabajo está en Francia- aumentará previsiblemente su cuota de mercado hasta el 45%, según datos de Ascend, la principal consultora aeronáutica.

Contradicción entre la moral de Estado y los negocios

Una vez se cierren los acuerdos económicos, los dos líderes  abordarán la cuestión del G-20. Sarkozy tiene un ambicioso proyecto para cubrir su presidencia, a partir del 13 de noviembre, que es reformar el sistema financiero global: quiere lograr una especie de “nuevo Bretton Woods", acuerdos mundiales firmados en 1944 de los que nacieron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Las tensiones internacionales sobre los tipos de cambio de las divisas es un tema que estará sobre la mesa, pero Sarkozy no quiere molestar al Gran Dragón. El presidente francés se ha esforzado en dejar atrás las tensiones de tiempos pasados, como ocurrió en 2008, cuando se entrevistó con el Dalai Lama e hizo enfurecer a China, que considera al líder tibetano como un separatista.

Así, en octubre evitó pronunciarse sobre la concesión del premio Nobel de la Paz al disidente chino encarcelado Liu Xiaobo, algo que Francia zanjó con una breve declaración de su ministro de Exteriores, Bernard Kouchner.

Para alcanzar acuerdos con China hay que mirar para otro lado, como explica a RFI, Jean Pierre Cabestan, profesor del Centro de Estudios de Relaciones Internacionales: “Esta visita una vez más ilustra el hecho de que los intereses económicos y comerciales son más importantes que las consideraciones políticas o los derechos humanos”, asegura. Lo importante para Sarkozy es “evitar los temas que enfadan”, se lamenta.

Cabestan pone el acento en la doble moral que se emplea en la relaciones con China dentro de la escena política de Francia y de Europa: “La contradicción entre las ventajas económicas y nuestros principios políticos sigue vigente y estará presente en los debates políticos de nuestro país y de Europa”.

Pero eso de momento no parece impedimento para los líderes mundiales. El presidente francés pretende lograr el apoyo de China para su proyecto económico del G-20, con el que, además de calmar la guerra de divisas, pretende regular los mercados de materias primas y modificar la forma en que los países gestionan sus balanzas comerciales. También ha planteado la posibilidad de un impuesto internacional sobre las transacciones financieras. 

A Jintao le podrá convencer de bastantes cosas, pero difícilmente aceptará ingerencias en su política monetaria. El presidente chino ha asegurado en el diario francés Le Figaro que la política de divisas china es “coherente y responsable”. "Para corregir los desequilibrios comerciales, las partes afectadas deben modificar sus pautas de desarrollo, reestructurar sus economías, impulsar el comercio libre y justo, y luchar contra cualquier tipo de proteccionismo comercial"”, asegura Hu Jintao en la entrevista.
 

 

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