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Alemania/Israel/Irán

Günter Grass da marcha atrás y relativiza ahora sus afirmaciones contra Israel

El escritor alemán Günter Grass, de 84 años, dio marcha atrás ahora relativizando sus declaraciones contra Israel, tras la consternación, polémica y ola de críticas mundiales desatadas por su poema "Lo que se debe decir", en el que ataca al Estado hebreo por su política hacia Irán. En declaraciones al diario Süddeutsche Zeitung, Grass reconoció que cometió un error y que "si hoy escribiera nuevamente el poema evitaría el concepto global de Israel y dejaría más en claro de que se trata del actual gobierno (del primer ministro Benjamín) Netanyahu" en su denuncia. Para Grass, el ejecutivo ultraconservador de Netanyahu le crea más enemigos y aisla aún más internacionalmente a Israel.

Günter Grass, en 2007.
Günter Grass, en 2007. REUTERS/Christian Charisius
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Por el corresponsal de RFI en Berlín

Pero el mal ya está hecho y las repercusiones de sus palabras persisten. Historiadores, como el suizo Raphael Gross, ya califican de "deplorable" y de "canto de odio" su poema y hasta el dramaturgo Rolf Hochhuth (1931) se avergüenza de los versos de Grass. "Como alemán me avergüenzo de tu arrogante desatino, de querer prohibirles a los israelíes comprar un submarino de producción alemana" para defenderse, le dice el autor de "El vicario" (1963) a Grass en un artículo publicado hoy por el Münchner Merkur.

Grass afirmó en una entrevista con el Primer Canal de la Televisión Alemana (ARD) que lamenta que no se aborde para nada el contenido de sus versos (en prosa, publicados el miércoles por el diario Süddeutsche Zeitung), en los que alerta contra la exterminación del pueblo iraní por el poderío atómico de Israel -a su entender un peligro para la paz mundial- sobre el cual se guarda silencio, y dijo que se siente "herido" por las acusaciones de antisemitismo que se le formulan.

El autor de "El tambor de hojalata" (1959) y "El rodaballo" (1977), señaló que no se retractará jamás de sus expresiones. Grass, nacido en Dánzig (Gdansk, hoy Polonia) en 1927, premio Nobel de Literatura (1999), califica las críticas de "campaña" contra su persona y hasta utiliza terminología nazi para decir que hay una "coordinación" de la prensa para desprestigiarlo definitivamente.

Desde Berlín:
00:54

Corr/ Berlin

En Alemania, salvo contadas excepciones (entre ellas la del partido neocomunista La Izquierda y el partido neonazi NPD), el poema ha causado consternación y es rechazado por todos los sectores políticos. Los críticos califican el escrito de panfleto agresivo de agitación, fruto de la mente de un intelectual en decadencia, cuyo pasado juvenil en el grupo paramilitar nazi Waffen SS le impide ser neutral frente a los judíos.

Incluso la cazadora de nazis Beate Klarsfeld, quien fuera recientemente candidata a la presidencia federal de Alemania por el partido La Izquierda, ataca a Grass acusándolo de "tocar música antisemita" con su poema, comparable a un discurso amenazante pronunciado por el dictador nazi Adolf Hitler en 1939 (contra el "judaísmo financiero").

Por su parte, el presidente de la Academia de las Artes, de Berlín, Klaus Staeck, salió en defensa de Grass al afirmar en una entrevista con el periódico Mitteldeutsche Zeitung que "tiene que ser posible pronunciar palabras claras sin ser denunciado como enemigo de Israel".

En Israel, el primer ministro Benjamín Netanyahu, evocó que Grass "escondió durante seis décadas" su paso por las Waffen SS. "La vergonzosa comparación moral que hace entre Israel e Irán, un régimen que niega el Holocausto y amenaza con aniquilar a Israel, dice muy poco sobre Israel y mucho sobre el Sr. Grass", afirmó sugerentemente el jefe del gobierno israelí.

El escritor israelí Eli Amir, ex consejero del presidente Shimon Peres y asesor de Golda Meir e Itzhak Rabin en múltiples negociaciones de paz, exhortó a Grass en un artículo publicado por el semanario alemán Focus este viernes, a que contribuya "a unir a los pueblos, en lugar de sembrar el odio". Sería mejor "que en lugar de acusar a Israel usted instara a Alemania a detener, junto con Europa y Estados Unidos, el programa atómico iraní", concluyo Eli Amir, nacido en 1937 en Bagdad/Irak y emigrado en 1950 a Israel.

 

El texto que desató la polémica (fuente: El País):

Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,

sobre lo que es manifiesto y se utilizaba

en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,

solo acabamos como notas a pie de página.

Es el supuesto derecho a un ataque preventivo

el que podría exterminar al pueblo iraní,

subyugado y conducido al júbilo organizado

por un fanfarrón,

porque en su jurisdicción se sospecha

la fabricación de una bomba atómica.

Pero ¿por qué me prohíbo nombrar

a ese otro país en el que

desde hace años  aunque mantenido en secreto 

se dispone de un creciente potencial nuclear,

fuera de control, ya que

es inaccesible a toda inspección?

El silencio general sobre ese hecho,

al que se ha sometido mi propio silencio,

lo siento como gravosa mentira

y coacción que amenaza castigar

en cuanto no se respeta;

“antisemitismo” se llama la condena.

Ahora, sin embargo, porque mi país,

alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez

por crímenes muy propios

sin parangón alguno,

de nuevo y de forma rutinaria, aunque

enseguida calificada de reparación,

va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad

es dirigir ojivas aniquiladoras

hacia donde no se ha probado

la existencia de una sola bomba,

aunque se quiera aportar como prueba el temor...

digo lo que hay que decir.

¿Por qué he callado hasta ahora?

Porque creía que mi origen,

marcado por un estigma imborrable,

me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,

al país de Israel, al que estoy unido

y quiero seguir estándolo.

¿Por qué solo ahora lo digo,

envejecido y con mi última tinta:

Israel, potencia nuclear, pone en peligro

una paz mundial ya de por sí quebradiza?

Porque hay que decir

lo que mañana podría ser demasiado tarde,

y porque  suficientemente incriminados como alemanes 

podríamos ser cómplices de un crimen

que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa

no podría extinguirse

con ninguna de las excusas habituales.

Lo admito: no sigo callando

porque estoy harto

de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además

que muchos se liberen del silencio, exijan

al causante de ese peligro visible que renuncie

al uso de la fuerza e insistan también

en que los gobiernos de ambos países permitan

el control permanente y sin trabas

por una instancia internacional

del potencial nuclear israelí

y de las instalaciones nucleares iraníes.

Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,

más aún, a todos los seres humanos que en esa región

ocupada por la demencia

viven enemistados codo con codo,

odiándose mutuamente,

y en definitiva también ayudarnos.

 

Traducción de Miguel Sáenz
 

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