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Francia hoy

La Catedral de Notre Dame en peligro

Primera modificación:

La célebre Catedral de Notre Dame en París necesita más de 150 millones de dólares para renovar gran parte de su estructura. A pesar del mantenimiento, al sitio más visitado de Europa se le están cayendo gárgolas, pináculos y partes del decorado.

La célebre fachada de la Catedral de Notre Dame fue restaurada en la última década del siglo XX.
La célebre fachada de la Catedral de Notre Dame fue restaurada en la última década del siglo XX. Hugo Passarello Luna
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En el evangelio según San Mateo, capítulo 16, versículo 18, así le habla Jesús a uno de sus discípulos: “Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”.

Les voy a contar una historia de piedras e iglesias.

Porque a la Catedral de Notre Dame de París se le están cayendo las piedras.

 

 

“Es una iglesia diferente. No solo por su arquitectura sino también porque conmueve”, dice María Cecilia Borja una turista ecuatoriana que se toma fotos en la plaza frente a Notre Dame en el centro mismo de París, la Isla de Ciudad.

La catedral es uno de los símbolos de Francia y el monumento más visitado de Europa. Cada año alrededor de 13 millones de personas atraviesan sus pórticos.

 

 

 

“Recién llegamos y la fachada está bastante bien conservada”, dice Antonella que vino desde Argentina.

Desde la plaza la fachada es imponente, bella y sobre todo fue lavada y restaurada en los años noventa.

Pero lo esencial del deterioro es invisible al ojo turista, porque lo depositaron en el patio de atrás.

“Vamos al jardín detrás de la catedral. Ahí depositamos las piezas de la catedral que se cayeron o que iban a caerse”, dice  Michel Picaud, presidente de la asociación Amigos de Notre Dame y nuestro guía por el día.

 

 

“Se fueron cayendo en las últimas décadas consecuencia de la contaminación, de las lluvias, y de la degradación del edificio. Toda va de mal en peor. El nivel restauración de la catedral que se implementa hoy no es suficiente para mantenerla. Por ejemplo, esta gárgola que está sobre nuestras cabezas es en verdad un tubo de PVC que fue colocado para reemplazar a la escultura.”

 

 

En 1163 se posó la primera piedra de Notre Dame en presencia del Sumo Pontífice Alejandro III. Varios Papas después, en el siglo 14, la Catedral, construida en el estilo gótico, fue finalizada.

A partir de ese momento y desde más de 60 metros de altura, las gárgolas custodiaron la ciudad. Pero durante varios siglos ningún parisino, por ingrato o por desidia, les devolvió el favor y las gárgolas se deterioraron.

 

 

“Arriba es aún peor. Es catastrófico”, dice Picaud mientras sube las escaleras que llevan al techo de la catedral. Allí, sobre el tejado yacen varias piedras que se fueron cayendo. Pedazos de gárgolas, de decoraciones, de pináculos, apoyados contra un muro o dejados ahí donde se despeñaron.

Pero todas estas piedras no pertenecen a la estructura original, sino a la enorme y célebre restauración decretada por el rey Luis Felipe I en 1844. Fue en ese momento que empezaron varios de los problemas que tenemos hoy.

 

 

En el siglo XIX la Catedral había caído en el abandono que trajo la revolución francesa contra los templos. A eso se sumaba el desdén contra el gótico que se acarreaba desde que el artista italiano del renacimiento, Giorgio Vasari, lo describió como un “desorden monstruoso y bárbaro” porque nos fue legado por los Godos.

En defensa de este estilo, fue entonces que Víctor Hugo publicó en 1831 su historia de piedras, iglesias, de un jorobado llamado Cuasimodo, la gitana Esmeralda y el malvado Frollo.

La novela de Hugo Nuestra Señora de París fue ya en su época un éxito popular. Y cuando algo es exitoso y popular, aparece la voluntad y los fondos para hacer lo que sea necesario: en este caso una restauración.

El contrato recayó sobre el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc que no solo la reparó, sino que la volvió a hacer casi en su totalidad. Le cambió casi todas las piedras en un tiempo record de 20 años.

“Viollet-le-Duc, el gran restaurador del siglo 19, quería ir rápido, muy rápido. Entonces trae las piedras de 22 canteras diferentes, en un radio de 150 km. de París”, dice André Finot, el portavoz de la catedral mientras pasa el dedo sobre una piedra que se deshace en polvo. “Es piedra calcárea, se deshace como manteca”.

En algunas secciones la piedra se desgastó tanto que varios de los pináculos, o sea el remate piramidal típico de lo gótico, se están deshaciendo. Para evitar que caigan sobre algún peatón, los retiran o los sujetan con metales.

 

 

“Suponemos que fue engañado sobre la calidad del material”, dice Finot al referirse a Viollet-le-Duc. “Si vemos estas dos piedras, que fueron cambiadas al mismo tiempo, no podemos explicar por qué una está toda lisa, sin ningún problema, y la de arriba está completamente dañada. Solo hace falta pasar el dedo y la piedra se hace arena. Imagínate lo que hace una ráfaga de viento, que barre todo esto. Es por eso que se caen. No hay nada que las sostenga.”

 

 

Muchas de las gárgolas, que además de adornar funcionan como desagüe, perdieron sus formas y son apenas muñones de piedra. Otras fueron reemplazadas por simples tubos de PVC para evitar filtraciones.

“Para hacer toda la restauración de la catedral necesitamos 150 millones de euros. Nuestro objetivo es recolectar 100 millones a través de mecenas”, explica Picaud que como presidente de la asociación tiene como misión recaudar el dinero necesario. “Una tercera parte vendrá del presupuesto del Estado. Esperamos recaudar los fondos lo más rápido posible, de acá a seis o 10 años”.

La entrada al templo no se paga, porque la política de la Iglesia en Francia es que los templos sean accesibles a todos. Subir al mirador de la torre sí tiene un costo, o como las donaciones que se piden para prender una vela.

Para eso no alcanza ni siquiera a cubrir los cinco millones de euros anuales que cuesta hacer un mantenimiento mínimo, pagar la electricidad, la calefacción, a los empleados y al personal de seguridad obligatorio desde que Francia vive bajo alerta de ataques terroristas.

 

 

La Catedral no le pertenece a la Iglesia, sino al Estado francés, como todos los lugares de culto construidos antes de 1905. Pero aunque las autoridades se comprometieron a aumentar la dotación anual eso no alcanzaría para hacer toda la restauración que se necesita para salvar al templo.

“Antes de encontrar el dinero nos dijimos que quizás hay soluciones alternativas. Tal vez podríamos picar la piedra unos centímetros y aplicar injertos de otras materias para solidificar. Pero el señor Villeneuve se lo va a explicar perfectamente”, dice Finot haciendo referencia a Philippe Villeneuve el arquitecto encargado de Notre Dame.

En su estudio en las afueras de París, Villeneuve no tiene más decoración que tres fotos y una pintura de la Catedral, su pasión desde niño. Cuando tenía 16 hizo una maqueta exacta de Notre Dame, y hace cuatro años el Estado le confío los planos de la original.

“Soy el hombre más feliz. ¿Usted se da cuenta? Soñaba con la catedral desde niño y ahora tengo la verdadera. Pero ya no puedo dormir. Es angustiante. ¿Usted vio mi cara?”, dice Villeneuve mientras revisa las decenas de papeles y estudios sobre Notre Dame que ocupan su mesa de trabajo.

 

 

“Vamos a eliminar las piedras que estén más deterioradas y reemplazar las que ponen en riesgo la estabilidad del edificio. Pero procuraremos dejar las piedras viejas. No vamos a cambiarlas todas. Vamos a dejar algunas piedras que estén deterioradas, serán sus pequeñas arrugas, porque la Catedral tiene 854 años para ser preciso”, dice Villeneuve sin olvidar de señalar que el edificio, luego de pasar por varias renovaciones y sobre todo con la profunda cirugía que le hizo Le Duc, prácticamente no conserva nada de sus elementos originales.

“Por ejemplo el rosetón del sur fue profundamente restaurado y modificado por Le Duc por razones técnicas. No es para nada el original. Desmontó todo el sistema de piedras que sostiene a los vitrales, lo rearmó e incluso lo hizo pivotear sin respetar el diseño original porque pensó que era una mala restauración del siglo XVII. Fue un error magistral de interpretación porque sabemos que ese diseño era el original. Podríamos preguntarnos si está es la oportunidad para regresar al bosquejo primario. Eso es un debate de doctrina que estaré obligado a enfrentar”, dice Villeneuve mientras se refriega los ojos.

 

 

Sin embargo esta duda ya la granjeó el ministerio: se mantiene la estructura con los caprichos de Le Duc.

“De todas maneras es difícil volver a los tiempos anteriores a Le Duc. Por ejemplo, de los arbotantes del coro no queda ni uno solo medieval. Fueron todos reconstruidos por Le Duc”, dice Villeneuve indicando en un plano un arbotante que es un arco en la parte exterior del edificio que sostiene la nave central. “Hoy, tampoco quedan ni uno solo de los arbotantes de Le Duc. Fueron todos reemplazados. En nuestro proyecto, a priori, cambiaremos tres. En el futuro podremos decir que en el año 2020 hubo tres arbotantes que fueron reemplazados”.

 

 

“El rosetón del sur vamos a dejarlo tal como lo hizo Le Duc”, agrega Villeneuve. “No hay razón para volver atrás en el tiempo. Y aunque lo hiciéramos, desde el punto de vista histórico y patrimonial estaríamos creando uno que es falso. El de ahora tiene por lo menos el mérito de ser un Le Duc, que no es cualquier cosa. Además tiene más de 150 años. Si estimamos que un monumento es importante porque es antiguo, algo que en verdad no tiene sentido, podemos decir que tiene valor, que tiene su legitimidad en la Catedral.

A partir del año que viene y durante los próximos 20 o 30 años, habrá por lo menos una sección de la catedral cubierta por andamios.

Bajo la guía de Villeneuve, los artesanos y obreros cambiarán las piedras que, como los huesos de Cuasimodo al final de la obra de Hugo, se están transformando en polvo.

 

 

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