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Francia hoy

“No llegamos a fin de mes”, cuentan los 'chalecos amarillos'

Primera modificación:

Obreros, jubilados, jefes de pequeñas empresas, madres solteras o estudiantes precarios, los ‘Chalecos amarillos’  tienen perfiles variados. Una reivindicación los une: la mejora del poder adquisitivo. Reportaje desde el norte de Francia.

Chalecos amarillos en Le Mans, 6 de diciembre de 2018
Chalecos amarillos en Le Mans, 6 de diciembre de 2018 JEAN-FRANCOIS MONIER / AFP
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Es un movimiento social espontáneo, inédito, fuera de los marcos políticos tradicionales. Desde hace tres semanas miles de francesas y franceses visten el chaleco fluorescente que los automovilistas deben llevar en el coche en caso de emergencia, como señal de protesta contra el alza de la tarifa del diésel.

El gobierno francés anuló el aumento de las tasas, pero los chalecos amarillos siguen ocupando rotondas como en Senlis, en el norte de Francia, en el departamento de L’Oise.

Eric, Simon y Jenny viven en la región y llevan tres semanas ocupando una rotonda cerca de la autopista que conecta París con Bélgica. Con sus chalecos fluorescentes, es inevitable verlos en este paisaje monótono del invierno francés.

Se juntaron en esta rotonda primero para protestar contra el alza programada de las tasas a la energía. Pero sus reivindicaciones van más allá.

Desconfianza hacia la prensa

Fue difícil convencerlos para que hablen con nosotros. Los chalecos amarillos franceses desconfían de la prensa en general. Consideran que los medios de comunicación están al servicio del poder y que caricaturizan su movimiento. En este sábado de movilización nacional, algunos se preparan para salir a protestar en París, otros se quedan aquí para montar la guardia en lo que se ha convertido en un verdadero campamento.

Son las 8 de la mañana y Manu y Rachel nos regalan un café y un croissant.

La razón de su presencia, como muchos chalecos amarillos, es la pobreza: " Hay mucha gente que llega a mitad de mes y ya se le acaba el sueldo entonces pagan comisiones al banco”, denuncia Manu.

“El precio del gas y la luz no para de aumentar, pero nuestro sueldo no. Mi esposa solo gana 400 euros mensuales. Entre los dos ganamos menos de 1.900 euros entonces tenemos que apretarnos el cinturón, hace demasiado tiempo que esto dura, necesitamos medidas que nos beneficien", cuenta Manu, uno de los chalecos amarillos movilizados.

"El dinero está mal repartido"

Por su parte, Rachel trabaja en un centro de atención a niños discapacitados: “Gano 700 euros netos mensuales. Y además me encargo del comedor. Aun así, no sé si voy a poder seguir pagando el alquiler de mi departamento donde vivo con mi hijo. No recibo ningún subsidio estatal, salvo la ayuda para la vivienda. El dinero está mal repartido en Francia. ¡Y nos aplican impuestos para todo!", dice a RFI.

Amenaza de despido

Simon, padre de familia de tres hijos, vive difícilmente desde que su esposa se enfermó y no gana su sueldo completo. "Con mi esposa tenemos muchas dificultades llegar a fin de mes. Tenemos un crédito para hacer mejoras de aislamiento térmico y comprar una estufa en la casa. En realidad, el dinero del crédito nos sirve para vivir”.

El hombre, de 37 años de edad, recibió esta mañana una carta de su empleador que lo convoca para aplicarle una posible sanción. Simon desconoce el motivo de esta carta, pero sospecha que sea un castigo por participar al movimiento de los chalecos amarillos.

“He trabajado mucho tiempo para empresas de prestigio, en la industria del lujo, yo construía hoteles de lujo, de 4 estrellas, hacíamos las habitaciones, los salones, y todo esto a cambio de un salario mínimo. Durante muchos años ganaba 1.040 euros de salario mínimo y tenía 1.100 de gastos mensuales fijos y ni siquiera gastaba nada en cine, ni restaurante o música. Todo lo tenía que calcular minuciosamente”, recuerda.

Unos metros más allá, Mathieu, jefe de una pequeña empresa familiar, denuncia la degradación de la situación económica. “Es cada vez más difícil. Durante los años 80, a mi papá le iba bien, trabajaba solo y pudo comprarse una casa y dos coches, y mi mamá no trabajaba. Yo tengo dos hijos y si mi esposa no trabaja, no podríamos alcanzar el mismo nivel de vida”.

Ausencia de experiencia política

Lo que llama la atención es la variedad de las edades y situaciones. Además, ninguno de los chalecos amarillos con los que hemos conversado tiene experiencia política. Algunos han participado en huelgas puntuales, otros se han manifestado en contra del matrimonio igualitario, pero todos se dicen apartidistas.

Los chalecos amarillos de Senlis reciben las sonrisas y los cláxones de apoyo de los automovilistas de la región. Un reflejo del masivo apoyo de la población francesa al movimiento de los 'Gilets jaunes', o chalecos amarillos.

Respaldo popular

Este hombre corta madera que los automovilistas le regalaron mientras Jenny, una estudiante en enfermería, nos enseña este campamento improvisado: "Aquí es nuestra bodega, para la comida. Guardamos todo lo que nos regala la gente. Aquí hay queso, carne, conservas, papas fritas, chocolates, aquí hay galletas, mucha fruta, y las bebidas, café, chocolates. Aquí nadie se esperaba a recibir tanta solidaridad”, comenta.

Movimiento sin líder

A las 11 de la mañana, un grupo de chalecos amarillos votan, a mano alzada, el bloqueo de un supermercado no lejos de aquí. Querían tomar el peaje de la autopista a unos cien metros, pero hoy, un fuerte operativo de la gendarmería se los impide. La prioridad de los chalecos amarillos en esta cuarta semana de movilización es mantener una visibilidad y presionar al gobierno para una mejora del poder adquisitivo. Las reivindicaciones de este movimiento sin líderes ni portavoces no siempre han sido claras.

Además, algunas reacciones racistas, violentas, xenófobas y homofóbicas de algunos chalecos amarillos al inicio del movimiento suscitaron dudas sobre los motivos reales de esta insurrección.

Piden aumentar el sueldo mínimo

Pero con las semanas, dos temáticas han estado en el centro de los debates: la desconexión de las élites francesas, y la crisis del poder adquisitivo. Manu pide por ejemplo un aumento del salario mínimo, actualmente de 1.150 euros mensuales netos de impuestos. Muchos chalecos amarillos piden también el restablecimiento del ISF, emblemáticos impuestos a las grandes fortunas, instaurado por la izquierda, y que Macron retiró cuando llegó al poder.

Sentimiento de abandono

Desde la Francia rural, surge también un reclamo para el restablecimiento de los servicios públicos. “Los impuestos aumentan y los hospitales cierran, las maternidades cierran, las escuelas rurales cierran, las carreteras se deterioran, no lo entendemos ¿a dónde va el dinero?”, dice Mathieu, indignado.

Los miembros de esta movilización social de la Francia rural, de las periferias, aseguran ser los olvidados del poder presidencial. Las primeras iniciativas del ejecutivo francés hasta el momento no han calmado las protestas. Los chalecos amarillos, como Rachel, una madre de familia, se preparan para una movilización de varias semanas más: “Se acerca la Navidad, mi hijo estará con su papá, creo que vendré aquí a ocupar esta carretera, aquí seremos muchos, ya tenemos incluso nuestra cena navideña prevista… ¡Pase a vernos!", concluye con una sonrisa.

>Las medidas de Macron para calmar la cólera de los 'chalecos amarillos'

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