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Segunda Guerra Mundial

Memorias del Desembarco, 75 años después

Este jueves se cumplen 75 años del Desembarco de los Aliados en las costas de Normandía, y la mejor manera de recordarlo es a través de la memoria de quienes lo vivieron. RFI estuvo allí.

Simone y Henri, en la Playa Omaha, en Normandía.
Simone y Henri, en la Playa Omaha, en Normandía. RFI/Andreina Flores
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Estamos a orillas de la Playa Omaha, uno de los cinco puntos estratégicos del Desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944. Setenta y cinco años después, nos sentamos en la arena junto a Henri y Simone, dos ancianos oriundos de los pueblos de Vierville-sur-Mer y Saint-Laurent-sur-Mer, que fueron testigos de este fuerte momento de la historia mundial.

Henri era un muchacho de 12 años pero relata el Día D como si fuera ayer: “Desde la ventana de mi cuarto, pude ver todo. Teníamos una vista al mar bien despejada… y pude ver toda esa armada venir hacia mí”.

“Era todo a la vez… era fantástico y al mismo tiempo peligroso, porque nos bombardeaban, los cañones de la marina disparaban contra nosotros… Eran miles y miles de barcos que se veían ahí, frente a mí. Todavía los veo en mi mente. Fue algo extraordinario”, cuenta Henri.

¿Tenía miedo, Henri?

“No realmente. Teníamos un poco de miedo porque había explosiones por todos lados… Las ventanas y las puertas de nuestra granja se desprendieron por la onda de los morteros, el techo se nos caía encima. Pero cuando uno tiene 12 años, se cree inmortal”, prosigue Henri.

“Aun así, mi abuela –que era una mujer muy creyente– nos reunía a todos para rezar juntos mientras pasaban las explosiones”, recuerda.

Fueron días de masacre, finalmente…

“Sí, había muertos por todos lados. En la playa sobre todo. Primero, vimos caer unos soldados alemanes detrás de nuestra granja… y dos días después, fui con mi abuelo hasta la orilla de la playa, acompañados de un soldado estadounidense. Estaba prohibido pero el militar nos escondió en su carro porque necesitábamos ir a ver a un tío mío que había sido herido por un mortero”, narra Henri.

“Y luego, aquí en la playa, había cadáveres bajo el mar, por todas partes. Había muchos cuerpos cubiertos con tiendas de campaña, vehículos incendiados… era el apocalipsis”, remata.

“Mi papá fue fusilado por los alemanes… y nunca más volvió”

Sentada a la orilla de Playa Omaha, Simone tiene frío. A sus 92 años, con una salud frágil, pide un segundo abrigo antes de comenzar a hablar. Le acompaña su fiel amigo Loulou, un pequeño caniche que no se separa de sus pies. Durante 75 años, la vida de Simone ha estado marcada por el fusilamiento de su padre, ocurrido el mismo día del Desembarco. En su casa, las fotos de su papá, Desiré, están en cada rincón. Su presencia es absoluta.

“Él era de la Resistencia”, explica Simone: “Trabajaba para enviar cosas a los ingleses y a los estadounidenses, para preparar el Desembarco. Eso era la Resistencia”.

“Hubo 87 fusilados en la prisión de Caen, el mismo día del Desembarco. Estuvieron un mes en prisión, fueron encarcelados el 5 de mayo y fusilados el 6 de junio. Comenzaron en la mañana y terminaron en la noche. Nosotros nos enteramos de que habían sido fusilados por los alemanes pero nunca supimos donde los llevaron después. Nunca más los encontramos. Mi papá se fue y nunca más volvió… ”, narra la anciana.

¿Es cierto que Usted lavaba la ropa de los soldados estadounidenses después del Desembarco?

“Sí, mi hermana y yo lavábamos los uniformes de los soldados. Era nuestro trabajo. Necesitábamos trabajar en algo porque no teníamos como mantenernos, no había empleo. Siempre fueron amables con nosotras, nos daban de comer, porque en esa época teníamos escasez de muchas cosas”, recuerda Simone.

¿Qué siente cuando viene aquí a Playa Omaha?

“La pérdida la aceptamos hace tiempo. Mis hermanos y yo lo superamos porque éramos jóvenes: yo tenía 17, mi hermana 13 y mi hermano menor tenía tres años, ni siquiera conoció a su papá. Pero mi madre nunca se recuperó. Mi papá tenía 47 años, ella tenía 41. Mi mamá nunca pudo comprender lo que sucedió y pasó el resto de su vida muy mal, no salía… no vivía”, cuenta Simone.

Y asegura que “ahora me gusta venir a la playa, ver la gente, las nuevas generaciones… Hay que pasar la página, no hay otra opción”.

La memoria del Desembarco persiste… Pero hoy en día, las aguas que se tiñeron de sangre en 1944, reciben a los niños para pasear en bote, a los turistas para tomar el sol o a los deportistas que corren en la arena.

Setenta y cinco años después, las playas de Normandía rebosan de vida.

Por Andreina Flores desde Normandía, Francia.

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