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Siria

El régimen agita el espectro de una guerra confesional

El presidente Bashar el Asad se presenta como el garante de la estabilidad religiosa y advierte que si cae el régimen el poder será tomado por sunitas integristas, una perspectiva que preocupa a las minorías chiítas, a la que pertenece la élite, y los cristianos. Ante el mensaje oficial de “nosotros o el caos”, la revuelta llama a la unión confesional de la protesta. 

Una manifestación de respaldo al presidente Bashar al Asad, el 7 de junio en Damasco. Entre los presentes, una mujer con una cruz.
Una manifestación de respaldo al presidente Bashar al Asad, el 7 de junio en Damasco. Entre los presentes, una mujer con una cruz. ©Reuters.
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La sangrienta represión desatada por el régimen sirio para aplastar la revuelta que empezó el 15 de marzo no es la única arma utilizada por el poder. El Gobierno de Bashar al Asad agita el espectro de una guerra civil confesional.

Siria es un mosaico religioso. La élite, empezando por el presidente, es alauita, una rama del chiísmo minoritaria en el país, pero que ocupa los principales cargos de gobierno. Ejercen también las principales responsabilidades en el Ejército y tiene facilidades para conseguir becas para estudiar en el exterior.

Frente a estos privilegiados, se hallan los sunitas, que representan el 78% de la población. El resto pertenece a otras corrientes musulmanas -chiítas y drusos-, el 22% del país, y un 10% son cristianos. Estas últimas minorías se sintieron hasta ahora protegidas por el régimen instaurado por Hafez el Asad.

Cuando murió su padre, Bashar el Assad continuó en 2000 con esta división confesional, aunque abrió ligeramente las instancias superiores del poder a los sunitas. Sin embargo, preservó el modelo y hoy advierte que de ganar la revuelta, los “salvajes salafistas”, en alusión a los radicales sunitas o Hermanos Musulmanes, pondrán fin a esta tolerancia y perseguirán a las minorías.

La muerte de 120 policías el pasado lunes, en la ciudad de Yisr al Shughur, a manos de “grupos armados”, fue explicada por algunos analistas por un motín de una facción de soldados que ya no quería seguir disparando sobre sus “hermanos” sunitas.

“La realidad demográfica hace que la tropa y los suboficiales sean cada vez más sunitas, mientras que los alauitas siguen en los puestos de responsabilidad en el Ejército”, explica el investigador especialista en Siria Fabrice Ballanche, citado por el diario Le Figaro.

Esta advertencia funciona de cara a los chiítas y cristianos sirios, pero durante años convenció también a la comunidad internacional de que el régimen baasista era el único capaz de impedir la inestabilidad de una guerra civil en una región ya convulsionada.

“Todo el mundo está preocupado por una guerra civil que se apoderaría de todo el país”, afirma un diplomático europeo en Washington, citado por la agencia AFP.

Para desmentir este argumento, los manifestantes opositores llaman en sus eslóganes a la unidad más allá de las confesiones de la protesta. “¡Unido, el pueblo sirio unido!”, grita la disidencia.
 

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