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Enfoque Internacional

Los judíos ultraortodoxos de Israel, una comunidad hermética

Primera modificación:

Los jaredíes, literalmente los temerosos de Dios, conforman la comunidad judía ultraortodoxa, cuya vida está presidida por el estudio de las sagradas escrituras y el respeto de estrictos preceptos.

Judíos ultraortodoxos.
Judíos ultraortodoxos. REUTERS/Finbarr O'Reilly
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Los ultraortodoxos representan un 10% de la población israelí pero en ciudades como Jerusalén este porcentaje aumenta. Viven sin prácticamente mezclarse con el resto de la población, son reconocibles gracias a su forma de vestir en blanco y negro: los hombres con kipa en la cabeza, una especie de solideo judío, sombrero, tirabuzones y a menudo barba, las mujeres con la cabeza cubierta o con peluca y con una modestia llevada al extremo.

Es una comunidad hermética en la que el extranjero no es especialmente bienvenido y el mundo moderno y herramientas como un teléfono móvil, internet, una chica en pantalones o simplemente un libro de aventuras son consideradas pecado.

Entrar en la comunidad es difícil pero abandonarla también lo es. Los números no son oficiales pero alrededor de 1.300 personas salen del mundo ultraortodoxo cada año y el número va en aumento.

El aterrizaje de estas personas, la mayoría jóvenes, en la sociedad israelí del siglo XXI es difícil y hasta traumático. Estherina lo hizo a los 16 años. Es hija de un rabino ruso ultraortodoxo muy estricto y la mayor de 11 hermanos. El primer gran problema que tuvo con sus padres fue cuando siendo una niña se escapó a la biblioteca a leer: “La gente me pregunta desde cuando supe que no quería ser religiosa o no creía en Dios. Desde siempre, desde que era muy joven tuve dudas, problemas en la escuela. Mis padres querían que fuera a un liceo religioso ultraortodoxo donde no se enseñaban las materias obligatorias para entrar luego a la universidad. Ahí comenzaron todos los problemas porque ellos querían que fuera a esta escuela para aprender a ser una buena esposa. Finalmente mi padre me echó de casa y me fui. Ahora, diez años después, creo que es lo mejor que me pudo pasar porque mi camino empezó entonces”.

Convertida en enfermera, independiente financieramente, maquillada y sonriente, Estherina se emociona al recordar que no vio a su familia durante años y hasta hoy sigue sufriendo su desprecio: “Los primeros años no tuve ningún contacto con mi familia. Hace un año empecé a verlos un poco porque decidí que quería estar en contacto con mis hermanos y hermanas”.

Hillel es la única organización israelí que ayuda a los ultraortodoxos que desean salir de la comunidad. La organización no gubernamental les brinda apoyo logístico, psicológico y les da las herramientas para integrarse en la sociedad. Susy Groszman trabaja como voluntaria en la entidad desde hace casi una década y cuenta que los ayudan en todo lo que necesiten: “saber dónde comprar ropa, acompañarlos al banco, al supermercado, saber cómo manejarse económicamente. Tenemos asistentes sociales que los ayudan a encontrar trabajo, los ayudamos a encontrar dónde estudiar, les damos becas…”

El acompañamiento personal es imprescindible para estos jóvenes que deciden dejar atrás la única vida que han conocido hasta ahora. Ese corte radical con la familia y los amigos es demoledor para algunos, el sentimiento de pérdida y la desorientación provocan casos de depresión, incluso suicidio de ultraortodoxos que han decidido cambiar de vida.

Avi Neuman, responsable de Hillel, explica que la decisión de dejar la comunidad implica “dejar atrás a toda la familia, toda la comunidad y todos los apoyos. Vas a dejar atrás las normas sociales y referencias culturales que compartes con los demás para entrar a un mundo que tiene reglas completamente diferentes. No dispones de las herramientas necesarias en educación o en relaciones sociales y además de eso probablemente ni siquiera tienes un techo bajo el cual dormir”.

Los ultraortodoxos están presentes en el actual gobierno israelí y el apoyo público a quien desea salir de la comunidad es escaso. Los jóvenes que deciden dar el paso pierden becas de estudio y ven las puertas de varias universidades cerradas.

Pese a los esfuerzos de organizaciones como Hillel, el gobierno israelí deja libertad a las escuelas ultraortodoxas de enseñar o no asignaturas como matemáticas e inglés. Hay niños que llegan a la edad adulta recitando de memoria la Torá, el libro sagrado de los judíos, pero sin saber navegar por internet o escribir su nombre en inglés. Según cifras oficiales, actualmente sólo un 5% de los hombres ultraortodoxos realiza estudios universitarios.
 

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