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Grandes Reportajes de RFI

El drama cotidiano de los palestinos de Gaza

Primera modificación:

A 25 años de los Acuerdos de Oslo, los palestinos de la Franja de Gaza viven sometidos a un bloqueo israelí y aislados del resto del mundo. La situación en términos de salud es particularmente preocupante.Un reportaje de nuestra corresponsal Beatriz Lecumberri.

Una mujer palestina en el campo de refugiados de Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, este 10 de septiembre de 2018.
Una mujer palestina en el campo de refugiados de Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, este 10 de septiembre de 2018. REUTERS/Ibraheem Abu Mustafa
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En casa de Nivim Haboub se habla en voz baja, como si fuera un hospital. En parte por respetar el reposo de esta madre de familia de 40 años, en parte para no preocuparla con conversaciones sobre su tratamiento médico y su futuro. Nivim vive en Gaza y tiene cáncer desde hace siete años. Empezó en un pecho y ahora se ha extendido a los huesos. Desde que le fue detectado se ha tratado de manera intermitente, dependiendo de los rebrotes de su enfermedad, de las existencias de medicamentos en Gaza y de la concesión del permiso de salida por parte de las autoridades israelíes.

El difícil acceso a los tratamientos

En este momento, el tratamiento que necesita no está disponible en Gaza y tiene que salir a un hospital palestino de Jerusalén. “No tenemos radioterapia en Gaza, sólo en Jerusalén, y la quimioterapia no está siempre disponible en Gaza. Cuando está, a veces es una marca nueva, no es la que tomé antes y eso agrava mi caso. La quimioterapia no reduce mi tumor, sólo la radioterapia me ayudará y me aliviará el dolor”, cuenta Nivim.

La Franja de Gaza lleva 11 años sometida al bloqueo israelí, apoyado también por Egipto. En el caso de los enfermos, la espera es dramática e insoportable. El proceso es largo y hay algunos enfermos que se quedan en el camino. Israel debe concederles un permiso de salida para hacerse pruebas o tratarse en un hospital fuera de la Franja. Además, el hospital al que acuden debe darles una cita médica y en el caso de la mayoría de gazatíes, la Autoridad Palestina debe aceptar correr con los gastos de su tratamiento.

Nivim sabe que tiene el tiempo contado. Israel ha rechazado su permiso en los últimos meses sin explicar por qué. Recientemente, la razón fue que tenía un pariente miembro del movimiento palestino islámico Hamas, que gobierna Gaza y que Israel considera un grupo terrorista. Pero ella niega tener familiares que pertenezcan a Hamas: “La culpa es de la ocupación israelí. Cuando voy a un hospital en Israel respeto sus reglas, voy al hospital y regreso directo a mi casa. ¿Por qué ellos no respetan mis derechos? ¿Por qué hacen eso con nosotros? Estoy enferma, tengo cáncer, tengo derecho a curarme”.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2017, sólo la mitad de las 25.500 solicitudes de gazatíes enfermos para salir de la Franja vía Israel fueron aceptadas. El año pasado también, al menos 54 personas fallecieron en la Franja esperando un permiso israelí, aunque la cifra real podría ser mayor.

Hace algunas semanas, varias ONG israelíes y palestinas elevaron una petición al Tribunal Supremo israelí para denunciar que hay pacientes en Gaza cuya vida corre peligro e Israel no les deja salir argumentando que tienen parientes relacionados con Hamas. Su petición incluía a siete mujeres, la mayoría enfermas de cáncer. La justicia israelí les dio la razón, concedió que la ley humanitaria está por encima de todo y que las pacientes debían salir de Gaza. El nombre de Nivim estaba incluido en esta petición. La mujer espera ahora que la Autoridad Palestina agilice los trámites para que pueda ser recibida en un hospital de Jerusalén-Este.

La ONG Al Mezan, de Gaza, es una de las organizaciones que consiguió esta decisión de la justicia israelí. Desde principios de año, Al Mezan ha tratado 300 casos de personas que necesitan ser trasladadas para recibir tratamiento. No más del 30% ha recibido una respuesta positiva. “Incluso si tuvieran algún pariente miembro de Hamas, eso no les da ningún derecho a prohibir la salida de esta persona ni a privarla de sus derechos. Es un castigo colectivo, es algo inaceptable que va contra las leyes humanitarias. Nadie puede ser castigado por un error cometido por otros”, estima Samir Zaqut, subdirector de Al Mezan.

El hospital Rantissi de Gaza es el único centro médico de la Franja especializado en el tratamiento contra el cáncer. Decenas de pacientes han venido a hacerse una radiografía o recibir quimioterapia. Hace dos semanas, el hospital tuvo que suspender sus tratamientos de quimioterapia porque no había sido enviada por la Autoridad Palestina desde Ramala.

Las divisiones entre Hamas y la Autoridad Palestina no ayudan

Además del bloqueo israelí, los palestinos de Gaza son víctimas de la división entre Hamas y la Autoridad Palestina del presidente Mahmud Abbas, que funcionan como dos entidades separadas. Del gobierno palestino de Abbas dependen muchos tratamientos médicos, el salario de los funcionarios o el pago de una gran parte de la factura de electricidad de la Franja, que vive con cuatro horas de suministro al día. Una circunstancia que dificulta el trabajo diario de los hospitales.

Según Mohamed Abu Silmiyah, el director del hospital Rantissi, “la situación de los enfermos de cáncer en Gaza es muy mala. 80% de las medicinas no está disponible y no tenemos reservas. Mucha gente está muriendo a la espera de medicamentos o de un traslado fuera de la Franja. Hace dos semanas, el Ministerio de Salud en Ramala nos envió medicinas para un mes, sólo para un mes. Creo que todo esto es una decisión política. El primer problema es la ocupación israelí y después las diferencias entre Hamas y la Autoridad Palestina”.

Sólo en agosto, el hospital pidió a Israel que dejara salir a 500 personas para recibir tratamiento o someterse a un escáner completo que no se puede realizar en la Franja. Menos de la mitad obtuvo el permiso. La pregunta es qué pasa con el resto: “Esperan. Mucha gente muere y otros muchos empeoran. La enfermedad se extiende y afecta a otros órganos. Es muy difícil, muy duro para los médicos cuando el paciente viene y no sabemos qué decirle, no tenemos respuesta”, comenta Mohamed Abu Silmiyah.

Desde finales de marzo, hospitales y ONG de Gaza viven una situación de emergencia. Las manifestaciones semanales que se registran en la barrera de separación entre Gaza e Israel han dejado ya 180 muertos y casi 20.000 heridos. Los palestinos de la Franja piden el fin del bloqueo y el retorno a las tierras de sus padres y abuelos, de las que salieron en 1948 tras la creación del Estado de Israel. Más de dos tercios de la población de Gaza son refugiados.

Varias ONG trabajan con el personal médico de Gaza para atender esta urgencia, entre ellas Médicos del Mundo, que prepara misiones para operar a heridos en estas protestas, explica Marco Velasco, coordinador de la organización en Jerusalén: “Más del 90% son pacientes de género masculino, de edad comprendida normalmente entre los 20 y los 30 años. Empezamos ayer, pasando consulta con un cirujano plástico español para ver exactamente cuáles son las necesidades quirúrgicas, materiales, cuál sería el pronóstico de cara a preparar la llegada de los equipos de cirugía que trabajarían junto con los equipos locales pero que tienen un conocimiento que aquí no hay”.

Una situación de emergencia

Mohamed Raed, un niño de 13 años que vive en una casa del campo de refugiados de Jabalia, en Gaza, fue herido de bala el 29 de julio cerca de la frontera con Israel. Su pierna tuvo que ser amputada. “Fui a una manifestación pacífica, estaba con mis vecinos y de repente me dispararon. Tuvieron que cortarme la pierna”, explica Mohamed.

Su familia elogia el hecho de que estuviera aquel día en la frontera con Israel porque se pedía Justicia, sobre todo para los refugiados. Mohamed comienza a darse cuenta día tras día de lo que significa ser amputado en Gaza. Ir al colegio le cuesta el doble, ir andando a rehabilitación es un suplicio casi tan intenso como ver jugar al fútbol a sus amigos del barrio: “Quiero tirar mis muletas, correr, jugar, nadar… Me gustaría ser doctor”, comenta.

La vida de Mohamed está marcada por la guerra y la pérdida. La casa en que se encuentra fue bombardeada por Israel en 2008. Según la familia, la bomba tenía sustancias que provocaron el cáncer que años después mató al padre de Mohamed y a su abuela. Unas acusaciones difíciles de probar.

El objetivo de la familia es ahora conseguir una prótesis para Mohamed y ayudarle a tener una vida normal. En Gaza existe desde hace 20 años un centro que fabrica prótesis y podría ayudarlo en su rehabilitación. La institución, que trabaja con el apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja, ha visto cómo el número de pacientes ha aumentado de manera preocupante en los últimos meses debido a los heridos en las manifestaciones en la frontera con Israel.

Mohamed Dwima, el director del centro, explica que las dificultades son muchas: importación laboriosa de materiales debido al bloqueo, falta de electricidad, reducción de la financiación internacional. “Hemos recibido 75 casos de amputados que necesitan una prótesis. Para cubrir esos casos hemos aumentado nuestro horario de trabajo y el número de material importado que compramos en Israel u otros países, pero nos enfrentamos al grave problema de la electricidad. Necesitamos más horas de generador y más combustible para hacerlo funcionar. Por otra parte, nuestros trabajadores, que son funcionarios están recibiendo sólo el 50% de sus salarios”, cuenta.

El puerto de Gaza es uno de los pocos lugares de la Franja donde se tiene la sensación de respirar y sentir una cierta libertad. Sentados a orillas del mar, un grupo de amigos toman un refresco y hablan de la situación en la frontera con Israel, donde acuden semanalmente a manifestarse desde el mes de marzo. Uno de ellos recibió un tiro en la pierna y no quiere hablar con periodistas.

Son todos universitarios, odian la política y están hartos de sus dirigentes, sea Hamas o la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas, explica Anas al Krinawi: “Las protestas son totalmente apolíticas, no están apoyadas por ningún movimiento armado. Lo único que queremos es reivindicar nuestros derechos y regresar a la Palestina histórica. No pertenecemos a Hamas. Míranos”.

Tienen 20 años y ninguno de ellos ha podido salir nunca de la pequeña Gaza. Les cuesta proyectarse en el futuro y las protestas son para ellos el único medio de hacerse oír. Aseguran no tener miedo: “¿Asustados? ¿De qué? Ya estamos encerrados. ¿Qué quieren ahora? ¿Matarnos? La muerte es lo único que nos queda”.

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