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Enfoque Internacional

Mujeres luchando contra el silencio en la República Islámica de Irán

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Hace 40 años triunfaba la revolución iraní, culminando con el establecimiento de la República Islámica de Irán. La República Islámica ha silenciado a muchos y luchado para acabar con cualquier expresión de belleza, ya fuera física o artística. Pero las mujeres no se dan por vencidas, y entre ellas se encuentran músicas y cantantes.

En los últimos años, jóvenes músicas han decidido ir contra las reglas de la República Islámica.
En los últimos años, jóvenes músicas han decidido ir contra las reglas de la República Islámica. Flickr/ Ehsan Khakbaz H.
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Meshcat, una joven de 25 años, canta en el lanzamiento de una nueva revista juvenil en Teherán. La oscuridad del recinto, las jóvenes que se balancean en columpio que cae desde el techo, y especialmente la actuación de Meshcat hacen difícil creer que este concierto tenga lugar en Irán, donde tras la victoria de la revolución cuatro décadas atrás este tipo de eventos lúdicos quedaron prohibidos

“De hecho el deseo de un artista es querer ir arriba de un escenario, querer cantar y querer ser visto. Así que cuando sucedió que me ofrecieron participar en el concierto yo dije, bien, tengo un poco de miedo… No sé qué hacer… Así que le pregunté a un par de personas y me dijeron usted no está haciendo nada malo”, cuenta la joven.

La decisión de subirse a este escenario no era fácil para Meshcat. Las mujeres tienen prohibido cantar en solitario, o ser la voz líder de una agrupación musical, desde la victoria de la Revolución Islámica en 1979 que prácticamente quiso borrar a la mujer del mundo de la música.

Muchas de las cantantes famosas tuvieron que dejar el país y las que no, prácticamente relegaron sus voces al silencio. Pero esta noche es un día especial, es uno de los pocos eventos que con permiso oficial autoriza que una cantante mujer sea la protagonista.

“Todo está relacionado con arriesgarse… Más allá del país y todas las cosas que atravesamos, es acerca de uno mismo. Vivimos sólo una vez y si uno quiere que algo pase, pues entonces uno va por ello”, considera Meshcat desde la tranquilidad de su apartamento en el este de Teherán, ubicado en un gran complejo residencial de clase media, donde vive sola desde hace varios años.

Ha convertido el salón en un pequeño estudio donde produce y graba sus canciones que durante tiempo sólo se conocían en el escenario de la música subterránea local: “Yo creo que mi generación se ha convertido, si hay que definirlo en una palabra, en una generación más fuerte. Lo que quiero decir es que siempre están abiertos a los retos, están listos a hacer nuevas cosas, a tomar riesgos”, añade.

Sara es una música profesional de 27 años, toca el setar. Se encuentra en la avenida Enquelab, o Revolución, que cuatro décadas atrás fue el escenario de las multitudinarias demostraciones que llevaron a la caída de la monarquía de los Pahlavi.

Junto con Meshcat, forman parte de esa nueva generación de iraníes que no conocen un sistema de gobierno diferente al de la República Islámica, y que a pesar de las limitaciones están presionando por cambios nunca antes imaginados.

Para Sara, “actualmente la situación de las mujeres en Irán es un poco mejor, y yo pienso que esto se debe a las mujeres mismas. Lo que quiero decir es que las mujeres son cada día más conscientes de los derechos que les han quitado, y quieren encontrar un lugar adecuado. En mi caso pensé que soy música y debo tener la capacidad de expresarme y encontrar mi lugar aquí”.

Sara forma parte de ese grupo de jóvenes músicas que en los últimos años han decidido ir contra las reglas de la Revolución Islámica y probar suerte tocando en la calle, que era su sueño cuando vivía en Hamedan, una ciudad intermedia en el Occidente del país.

“La calle me permite tener muchísimas experiencias, he conocido una gran variedad de personas, incluso me ha pasado de conocer a gente con mundos muy extraños y muchas veces esos mundos son muy bonitos”, comenta la música.

Su historia es la de muchas mujeres de las nuevas generaciones, que nacieron en provincia y que buscaron un espacio en Teherán para realizar sus sueños. Pero también subraya lo importante que ha sido el apoyo de las familias, muchas de ellas tradicionales, que ayudaron a sus hijas a romper las barreras, como sucedió también con Meshcat que siempre tuvo el apoyo de su padre.

“Sólo una vez me dio susto y me puse muy brava pues un hombre empezó a gritarme y a decirme: ‘Venga, empaque sus cosas, vaya a casarse y deje de estar en las calles’. Esto me puso muy brava y me dolió mucho”, recuerda Sara.

Hoy estos temores han desaparecido y Sara se sostiene de lo que gana tocando en la calle. Son jóvenes como estas dos quienes han impulsado los cambios sociales que se han dado en las últimas décadas y que hoy permiten, con muchas dificultades y oposición de los más radicales, que las mujeres poco a poco vuelvan a recuperar su voz.

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