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Grandes Reportajes de RFI

Siria: el difícil retorno de los refugiados a su hogar

Primera modificación:

El 15 de marzo se cumplieron 8 años de guerra en Siria. Unos 6 millones de refugiados siguen dispersos en varios países como Turquía, Jordania y el Líbano. Aunque se aproxima una victoria del régimen de Bachar Al Asad y la derrota del grupo Estado Islámico, muchos temen volver a sus casas. 

El director de ACNUR para Medio Oriente y África del Norte pronosticó que en 2019 unos 250.000 refugiados sirios regresarán a su país.
El director de ACNUR para Medio Oriente y África del Norte pronosticó que en 2019 unos 250.000 refugiados sirios regresarán a su país. REUTERS/Mohamed Azakir/File Photo
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Informa Melissa Barra, desde la frontera libano-siria, 

Un ventilador sopla a toda potencia en la sala de espera del dispensario de Kamid Al Loz, una pequeña ciudad de la región de la Bekaa, al este del Líbano. En esta zona viven más de 300.000 refugiados sirios. Allí espera sentada con su hijo una mujer oriunda de Idlib, una provincia del noroeste sirio actualmente bajo la influencia de varios grupos yihadistas. 

"Los servicios de inteligencia libaneses llamaron a mi esposo para informarle que su visa de residencia no estaba en regla y que debía pagar para renovarla unos 2000 dólares", cuenta la mujer a Zakieyah Koronfol, coordinadora de la ONG libanesa Amel, que gestiona el centro de salud. "De lo contrario, tendrá que ir a prisión durante seis u ocho meses. En ese caso, prefiero volver a mi provincia aunque esté a manos de los islamistas."

Según Zakieyah Koronfol, para tramitar este viaje, los sirios se inscriben en listas, que el gobierno de Bachar Al Asad tiene que aprobar. "Luego ellos negocian durante semanas o meses con el lado sirio para estar seguros de que van a llegar a un hogar y van a tener un ingreso para alimentarse, servicios y una escuela para los niños”, explica. 

Pero no todo es tan sencillo. Al oírnos hablar de estos retornos, Amal, otra mujer sentada un poco más lejos, quiere compartir su preocupación. “Estaría mintiendo si dijera que no me hace falta mi país", cuenta. "Pero tengo

miedo que al volver obliguen a mi esposo a enrolarse en el ejército. Nuestro hogar ha sido destruido y no tenemos donde vivir.”

Retornos organizados

Se ha vuelto algo casi cotidiano en las noticias: buses repletos de refugiados y de sus maletas parten desde varias ciudades del Líbano hacia algún lugar de Siria. Las cámaras filman la salida pero raras veces la llegada. Los servicios de inteligencia libaneses evitan entrar en detalles sobre lo que espera a estas familias del otro lado. Se limitan a enviar un comunicado indicando que la seguridad de los exiliados la garantizará el gobierno sirio. Una opacidad que deja perplejas a las organizaciones humanitarias. 

"La cuestión de los retornos fue muy usada a fines políticos", dice Wadi Al Asmar es el presidente del Centro libanés de derechos humanos, una organización enfocada en temas de derechos de inmigrantes. "Desde 2012-2013, cuando solo había unos 50.000 refugiados, ciertos políticos, por razones populistas y electoralistas, empezaron a hablar del peligro demográfico de una implantación. La verdadera pregunta es: cómo vamos a crear condiciones óptimas para su retorno, tanto para los sirios como para los libaneses. El gobierno libanés no puede garantizar nada."

A pesar del contexto, el representante de ACNUR para Oriente Medio estimó que en 2019, unos 250.000 refugiados regresaran a Siria. Las condiciones de vida en los países de exilio son desastrosas, especialmente en los campos de refugiados.

En el campo de Dahlamiyeh, a 10 kilómetros de la frontera líbano-siria, viven decenas de familias. Una madre, que huyó de Raqqa hace un año, afirma que le ha tocado mendigar en el campo y pedir dinero a sus vecinos o a ONGs. "Me gasto todo el dinero en el bus yendo y volviendo de los centros humanitarios”, cuenta. 

"La gente tiene miedo"

Las familias sirias temen no encontrar nada al volver a su país, pero en el Líbano viven con el miedo constante de ser expulsados por la fuerza, explica Nisrine Debian, trabajadora social de la ONG INSAN. "No sé si sean rumores pero algunos me han dicho que personas han venido al campamento diciendo ser de ACNUR para obligarlos a firmar papeles de deportación, haciéndoles creer que es para obtener ayuda alimentaria. La gente tiene miedo.” 

Gabriel Garroum, investigador doctoral en el King College de Londres, viajó a Alepo y a Damasco, para entender cómo los habitantes de estas ciudades parcialmente destruidas rehacen sus vidas y reconstruyen sus hogares. "¿Cómo se van a gestionar estos regresos? Ojalá la gente que sufrió, cual sea su color político, pueda volver a sus casas de manera libre. Pero hay un conflicto ahora sobre la propiedad muy importante", destaca el investigador, mitad sirio, mitad español. 

Según Gabriel Garroum, uno de los principales obstáculos al retorno es la famosa Ley 10, promulgada por Bachar Al Asad en abril de 2018. Desde ahora, los millones de sirios que han huido de la guerra deben a volver al país

 para reclamar la propiedad de sus casas en un plazo limitado. De lo contrario éstas serán expropiados para construir barrios nuevos. Muchos temen que esta medida sea una herramienta del régimen para purgar ciertas regiones de poblaciones consideradas como no deseadas.

Un alivio para los libaneses

Pero esto no ha desalentado a todos los refugiados. Lejos de los regresos organizados y de las cámaras de televisión, muchos en el Líbano han decidido volver a casa. Lo hacen por pequeños senderos montañosos, no pavimentados, como el que se encuentra en el pueblo de Chebaa, un punto de convergencia de tres fronteras: las del Líbano, Israel y Siria.

Hasan Zahra, que trabaja en la alcaldía de este pueblo, afirma que de los 10.000 refugiados que llegaron al principio de la guerra, solo quedan 2.500. "Desde hace varios meses, muchos han vuelto a su país ya que la situación ha mejorado", cuenta. "Les deseamos lo mejor, aunque hayan generado muchos gastos para la municipalidad, en términos de electricidad y desechos sanitarios por ejemplo."

A fin de cuentas, la perspectiva de un retorno masivo de sirios es un alivio para la mayoría de los libaneses, que ven en el millón y medio de refugiados una amenaza para su economía.

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